28.11.17

La Calandria, por Denise Koziura Trofa



En una reversión del cuento de Edgar Alan Poe, me persigue la calandria.

Primero fueron gritos. Unos cotorreos horrorosos que no había escuchado jamás. Pero pensé que no era a mí. Que le gritaba así a la vida, pero no. La segunda vez fue peor, caminaba al almacén, cuando el bicho me acechó, saltando de rama en rama. Intimidante. Por supuesto intenté negarlo. No se lo comenté a nadie. Asumí que eran ideas mías. Sin embargo no faltó nada para que confirmara todas mis sospechas. Al día siguiente se me fue al humo. Iba distraída, lo que hizo de la experiencia un hecho aún más traumático, el pajarraco se me vino encima, planeando a mis espaldas y me pegó en la cabeza. Grité y sacudí manotazos para todos lados. Alerté a más de un vecino. ¿Desde cuándo los pájaros hacen esas cosas? Ellos me dijeron que a veces pasa. Que lo que tengo que hacer es alejarme de ahí. Pero está atrincherado a diez metros de mi casa, no puedo ni sacar la basura tranquila. Desde el episodio temo a todas las aves y solo tengo que asomar la nariz para escuchar su jarana.

Me acosa una calandria y no me atrevo a defenderme.


¿Quién puede vivir tranquilo luego de matar un pájaro?