17.11.17

En resumidas cuentas, por Pablo Ingberg



 Anagnórisis

Como en sueño, madre de sus hijos, de ventana a ventana camina.
Afuera la llovizna y la neblina son de un mismo color inmaterial.
Coincidiendo, en la luz del cristal, transparencia y reflejo,
un trazo bastaría para atravesarlo, pero ella
habla como en sueño. Qué color el del aire que atraviesa mi voz.
Conjugar, dice, el sueño: soñar, esa imagen adelante,
si yo fuera el soñado, si hubiera tercero sin tres,
éter terciando entre dos, yo, una sentencia en el aire, y ella,
como un sueño, cuando hablo, lluvia o niebla (la calle brillaba)
conviviendo.
Dos cuerpos no podrían ocupar el mismo espacio, pero dos palabras
pueden ocupar el mismo aire, fundirse, rodear dos cuerpos
con el mismo aire, y siempre habrá dos sueños. Entretanto
ella, en mi sueño, quiere decirme somos uno. Qué diría en el suyo
si tuviera la palabra. Nunca supe quién hablaba. Madre
o mujer, alfombra, falda del reposo. Era yo
quien caminaba de rodillas por la alfombra de diamantes. ¿No ves
el placer de mis lágrimas, la lluvia
y el sopor de la niebla?

(de Camino a Damasco, 1995)


 Otro recuerdo en que posar los ojos

Y el cuerpo en llamas caía y caía
En el aire sin ningún asidero
Donde la tierra es una meta
Distante que se acerca
Indeseada en esa forma de atracción
La gravedad
Que apagará la llama
Y las otras imágenes que afluyen
Son aire en el aire
Sin ningún asidero

(de Nadie atiende los llamados, 2010)


 Epifanía

En el final del túnel siempre hay luz:
hay que clavar los ojos en el centro
de la tiniebla con fervor creyente
y a la larga a lo lejos va a aflorar un fulgor
como refulge en toda ruta un espejismo


 Arte poética

Más vale un pájaro volando
que cien en mano

(de Conjuraciones, inédito)