22.8.17

Sucesos orilleros, por Guillermo Neo



 Parte 2


uno

El calor en esta selva
hace que todo el tiempo tengas la piel mojada,
resbalosa y caliente.

Hay muchos ríos barrosos y tibios para bañarse
pero uno, nunca termina de enfriarse.

Los riachos están secos,
mejor dicho, son un camino de fango marrón.

Con el calor
viene la bajante.

Del barro surge un olor ácido y penetrante,
el lecho queda al descubierto:
quedan a la vista los restos de una vida submarina
y la mosquitada inquieta.

Como la mayoría de las veces,
estos calores terminan con un tormentón
que entra por el sur.



dos

Un grupo de perros desparejos
surgen de todos los rincones.
Corren a los botes, las bicicletas,
y entre las patas de los caballos.
Ladran a todo tipo de motores.
Nunca imaginé que hubiera tanto perro.

La manchita, 
la rubia,
bigote,
renguito,
lobo,
un pequinés mezcladito
y una salchicha marrón
Comen las cabezas de las bogas muertas en el barro.



tres

Un yate 
cruza veloz el río.

El casco blanco
destella al sol.

En cubierta dos jóvenes mujeres
se asolean
entornan los ojos como si durmieran
se auto convencen
de su estado general
de satisfacción.



cuatro

El río se te viene.
Se te viene despacito.
Sin que te des cuenta.

Si después de las diez sigue creciendo…
prepárate
que seguro se anega todo.
Levantá los muebles,
llevá los animales al monte,
apagá la heladera.

Vas a ver,
el viento irrita los ojos
el ambiente se electrifica
los vecinos se alteran
los perros ladran largo.

Cuando la tarde parece que se cierra por completo,
las nubes se abrirán
dejando pasar una luz verdosa y un viento frío
esa
es
la sudestada

El agua transita las pendientes del arenal
en el desaguadero
desbordan las canaletas
llega hasta nosotros el barro del lecho.



cinco

El arroyo lo cruzamos a pie
por la parte más angosta.
Piedras bajo el agua.
Brillan.
Como ágatas
como amatistas pulidas por el río.

Sumerjo las piernas.
No me veo los pies.
Los peces escapan veloces.

Cuánto más profunda
más fría es el agua.
Un tronco hundido
duerme en el fondo arenoso

Un ancla de madera
bajo el estero
un bosque incendiado
un bosque inundado.

La tierra se ha endurecido
cubierta por una capa de ceniza.
Está seca como los ojos de un muerto.

Más tarde o más temprano
la lluvia hará barro del polvo
Y los cipreses germinarán entre juncales.



seis

El más cachorro de los perros del barrio
viene mordiendo el fuselaje de alas
de una gran ave muerta que encontró en el río. 
Juega con ese pedazo deforme y descompuesto entre los dientes.

Un vecino me advierte que se puede enfermar
por lo que con un palo agarro el cuerpo despedazado
y lo tiro al rio.



siete

Con el fin de la tarde
entra el viento húmedo de la costa.

Trae el olor del puerto

La sal se mezcla
con el olor de las refinerías.

El pueblo se reúne en la orilla del canal.
Un grupo de gente se baña en un mar aplanado.

Tres jóvenes caminan hacia la principal
van tomando de una botella de plástico.

Dos chicas pasan en bicicleta.
Los chicos, gritan algo que no llego a escuchar.

Una pareja de ancianos sentados en la costanera:
escuchan las noticias en la radio portátil
ella deshuesa una naranja con manos y dientes.



ocho

Doña Mirta llevó una bolsa de carbón.
Dijo que paga mañana.

Un hombre pasa en bicicleta
no pedalea
aprovecha la pendiente                                                  
se deja caer calle abajo.





Tomado de: Guillermo Neo. Sucesos orilleros. Poesía reunida 1993-2015, Neutrinos, Rosario, 2015.-