11.3.17

Profetas del cauce, por Adrián Minzi




Manifiesto

Convidá un cigarrito más y te cuento una historia
escondida como paquete de radicheta mal estacionado.
Emisiones futuristas surgirán del vegetal
mutando desde tu tercer ojo hasta el melocotón del coccis.
¿Sos suficiente guacho para tatuarte la verdad?

Tengo todavía sangre coagulada del profeta.
Esa noche cortaron la luz
y quedó un sólo reflejo: su cara.

Decía
mientras la voz fluía entre gotas de Suter.
Una moneda púa eran sus dedos,
cubiertos de chorros rojos,
impregnando las cuerdas criollas
(cuando unión y libertad
desaparecían).

Su vista blanca estrábica en un punto fijo
esperaba a un nuevo sol,
por encima de peleas orgiásticas
en cuartos contiguos, 
sin distorsiones 
ni sirenas vecinas que lo opacaran.

Decía,
poseído por algún Cachirú riojano
con nuestro Calisto revolcándose en el suelo
sucio, baile que sembraba serias dudas
¿poses de alabanza, o más bien
desequilibrio ebrio? 

Decía:
“¡Arrendemos al Etano todopoderoso a pasear un rato fuera de la realidad
aburrida, no
creativa y poco original!”

Decía:
“La puta madre si existe alguien capaz de hacer lo que hicieron”
Decía:
“Este es mi tributo a los dioses del Punk”
y mientras tanto, parecía en altamar
arriba de una carabela pirata
batalla contra las olas de la racionalidad.
Ese día nacimos.

Convidá otro cigarrito que la noche está en pañales
aflojame la boca, recarguemos las garrafas.
¿Cómo pinto un cuadro sin acuarelas?
Demostrame que sos digno y
abran los ojos, escupan las verdades.

Si no mentís con lo del puchero
podremos disfrutar una velada más de confesiones
pintarrajea: barroco en desequilibrio;
la fina línea fucsia entre los hechos y lo que nos decimos.
¡Despertemos las asociaciones encriptadas!

Todavía tengo a mi gran héroe Punk
escondido en un rincón,
en silencio
mientras los herejes se apoderan de la fiesta carnal.
Un libro no es un libro sino una bomba de hidrógeno a punto de estallar
aunque tengas miedo, va a fragmentar tu raquídeo bulbo.

Recibimos al correo
interrumpen la historia
esta vez nuestros mayores nos convocan.
Si queremos ser, vamos a tener que estar.

Fiesta en ph chorizo
asistirán los hijos Lamborgh:
la refundación de un país.

Algunas copas más mientras el frío, aburrido, copa la parada.
Atención: escenario central
el profeta va a cantar, desafina:
“Ustedes son el futuro, nos debemos a la historia”

Ahora entendemos
la condena ha sido proferida en el campo de lo satírico
deberemos ser.


Fantasma

Otra copia en una botella, ¿entendés, Carnacha?
Dejá de comprar esos virus
de autoayuda.
Siempre me gustó más la sincera:
Ron, whisky, caña, ginebra,
¿O no, Yacaré?

Las luces de la calle prenden y apagan
imitando al primer mundo de Tijuana.
Hacia allá vamos, muchachos, estación terminal.
Aunque primero te dedico la entrada:
¡Devuélvanme lo verde!
¡Devuélvanme de sus entrañas!
¿Trajiste tu cacerola, mamá?
Hoy: estofado de paloma
a la vienesa y sin salar.

Viajo en el tren fantasma
y nadie de la tevé me acompaña;
pasame un puchito, amigo,
tengo frío.
Mejor que donar es ignorar
ando sin monedas
soy de la Hawaian Tropic Banana Company.
No sé, Yacaré, este granizo mundial
me ha dejado bastante mal.
Espero que sigan podando el sueldo así lo resuelve.
¿Y esa golondrina verde? ¡Me está robando, Yacaré!
Los olores rancios exquisitos
nos siguen en nuestro camino;
me repugnan
pero mi panza resuena, Fantasma.
Los roedores cadavéricos toman sol
sin protección.
Las calles que corren con las vías están saturadas
casitas de cartón corrugadas.
Por izquierda la Iglesia
nuestra señora la carnicera.
¿La vés? Ahí
al lado del cementerio.
El cura,  previo monaguillo
peca por nosotros pecadores
y regala redenciones cuando te arrodillas a rezarle
de espaldas.
Si no decís nada, ofrece boletos
al paraíso.

Chevrolet Doncan vino a hacer una película
sobre los ideales norteamericanos.
Acá entre estas dos estaciones:
acá es más barato.
Por un papel pelean para darle a la hermana
¡Hagamos colecta de Caritas, Yacaré!
¿Te acordás del actor de cuarta?
Ya aceptó ser la propaganda.
Necesita algo de efectivo, lo buscan para pagar
la sentencia por estupro.
¿Y si bailamos en el tren, Mademoiselle?

A Jorge le cortaron el dedo.
El juez Laragoz aplicó su ley y lo indultó.
Si vuele a pisar el barrio,
la boleta se la mandan a la vieja.
Yo que él ni el tren fantasma me tomaría.

Suena de fondo la nueva banda.
Reverdes.
Papi(fi)stas.
Usan blusa de caucho natural
mientras sus ritmos me fuerzan a mover el bazo
que sigue chorreando un líquido negro
viscoso
vicioso.

Reparten entradas sin papel por toda la ciudad
a través de la cherokee de papá.
La gira hasta Fiorito sin parada.
¿El problema? Los yuyos legales
y las ballenas franco australes.
Pará, Yacaré, siento la lengua agria.
Dame un mate pero ponele una dosis extra
de mataburro.
Hoy a la noche
juega la lepra.

Waldo está de vuelta.
Fue a comprar fruta
al médico.
La lombriz en la sandía le secreteó
el Hiv es verso mandarín,
lo único
que hace bien: la lechuga.
Yo lo vi, estaba en el boleto:
descuento para otra sesión y a hacer deporte:
dos veces por semana;
comprar la máquina para correr,
la vida sana y hojas de laurel
para los pibes de mañana.
Mirá tu boleto si no me creés;
aparece la cara de Jesús
el verdulero.
Sería bueno ver un médico,
mándenlos a las villas, a los asentamientos
que suban al tren fantasma.

Los perros cruzan la calle sin preguntar.
A veces ladran, cuando te ven la cara de hijo de puta.
Hay mucha agua para tomar
en la cloaca.
Un muro fluye separando las dos Argentinas.
No puedo volver a casa, Yacaré
venció mi pasaporte.
Decile a las chicas que no llego para comer.