15.8.16

Aquiles y el retorno de una carrera mítica, por Nelly Pretel

La estética es el hacer/ formal de la epifanía/ Hay un “brillar a través”
Dante Alighieri

En Aquiles a las cuatro, Luis Thonis restituye al héroe cuya pisada legendaria siguieron por veintiocho siglos la literatura, la pintura y la música en mil metamorfosis. Transita el tiempo arquetípico de los mitos, en un pasado que puede actualizarse, capaz de reencarnar.

¿Por qué Aquiles? Tal vez porque se dijo que fue el más grande de los héroes, el más bello, el más fuerte, el más valiente o el inflexible, el que tenía una verdad para la vida y una para la muerte, y un orgullo considerado de calidad divina. O quizás, porque al evocarlo se pudiera, como él, purificarse por inmersión al fuego, como hizo Thetis con este hijo inmortal cuya pureza prevaleció en la violencia o en la magnanimidad, en la pena o en la alegría vencedora. Los rasgos ambiguos de héroe colérico y dulce, puro y disfrazado, mortal y sobrehumano, tal vez otorgaron a Aquiles el marco de héroe perfecto.

Dijo Quirón a Fausto: “el poeta no está atado al tiempo”, y Fausto asintió: “fuera del tiempo encontró Aquiles a Helena”. Además de la mitología pagana el autor invoca a la vez los tópicos fundantes de la tradición cristiana, en rasgos conciliables y a la vez antagónicos, ejerce con Homero la libertad que requiere una obra poética, y obtiene una reconstrucción del mito como respuesta semiológica válida.

     …la Trinidad ha anulado
     el sofisma y el rito
     las paradojas son bromas
     previsibles y bizarras
     crin de caballo, piano de ébano
     la música sacra suena a seducción astuta…
        
El tema de Homero es el destino de los héroes, no la guerra de Troya ni el regreso de Odiseo. Ese hado, ligado al destino de los dioses y a la potencia del cosmos, es un tema religioso. Nacía entonces un rasgo categórico de la poesía épica griega: ser una religión. La Biblia helena es Homero, pero como religión escasamente ortodoxa. Para Burkhardt, la originalidad de la religión griega radica en ser libre creación de poetas y no reflexión de un clero. Por lo cual al ser libre admitió la crítica y auspició la creación del pensamiento filosófico.

Imaginación y razón, verdad moral y belleza plástica vertebran Aquiles a las cuatro. Versos que renuevan la tonalidad poética y penetran el sentido profundo de la gesta helénica. Reintegra al mito antiguo el sentido filosófico y religioso que puede tener curso en la poesía actual y reproduce el carácter del héroe griego en la universalidad que comporta. Homero es tanto fin como principio, fin de una larga evolución religiosa que culmina con el triunfo de la religión olímpica y la derrota del culto a los muertos. Principio de una nueva sociedad aristocrática y caballeresca a la que los poemas homéricos otorgan una religión, un ideal de vida y una ética. Esa religión es la olímpica. Esas ideas y esa ética son el culto a los héroes, al hombre divino en el que confluyen y luchan los dos mundos, el natural y el sobrenatural.
Destacan como temas básicos del poema el destino de los héroes, la reflexión moral, el llamado de la naturaleza y la conciencia histórica, desarrollados a partir de mitos culturales y religiosos.
        
     soy ciertamente un héroe épico trágico
     /pero hay que entender algo del amor/
     o lo que hasta ayer lo era
     o al menos haberlo conocido
     a él o a ella
     ¿reminiscencias?

El mito que habita el poema evoca a alguien que como Igitur se contempla a sí mismo. La flecha retorna a quien la hubo lanzado porque el blanco es su propia imagen que interroga. Configura como personaje un sujeto poético análogo y diferente al autor simultáneamente, a menudo alter ego pero a veces su contrario, la voz de un sujeto que discurre entre lo moral, lo histórico y lo artístico.
    
     …estuve a punto de morir,/ algo estalló cerca de mi cabeza,/
     Una granada, tal vez a eso se sumó un accidente, un choque, un
     golpe brutal/ en el mismo lugar/ en que me había entrado la
     esquirla/ por un tiempo sufrí parálisis/ ahí comencé a pensar,/Y
     supe que a las cuatro de la tarde era Aquiles…

La desaparición del objeto de amor cede su lugar a una objetivación del sujeto que se identifica al evocarlo. En consonancia a veces con la gesta del héroe que al parar su carrera, no descansaba bajo la tienda, herido en carne viva por una historia de mujer, el poeta relata:
        
      A las cuatro de la tarde soy Aquiles/Invariablemente
     llego a tu sostenido dardo/Espiral leve que va en fuga…
     Diana/que se adentra en el boscaje/Dejando a su ciervo
     herido…
        
La osadía del sujeto Aquiles confiere al poeta el impulso de imaginar analogías, diferencias, de relatar, interpretar incidentes, expresar inquietudes y creencias. El sujeto, como el profeta, es a la vez causa y efecto, sujeto y objeto, magnetizador y estático, rey y súbdito, padre, hijo, todopoderoso e impotente al mismo tiempo, mortal e inmortal.
          
     …Tiempo hace un rostro se volvió
     hacia mi: verde junco había
     entre flores de argentada plata
     la emoción me cegó
     en vilo respondí con sarcasmo
     sumé indiferencia,
     dije lo contrario de cuanto pensaba
     más que ninguno me mostré cobarde
     fue un asedio defensivo
     después fui alas, viento, pneuma
     onda que refleja una medusa
     de mil y una cara cortadas
     cuya imagen al cesar me dice:
     es casi imposible
     hablarle de amor a quien se ama.
        
Sin recuerdos no existimos, el dolor se olvida, el placer vivido se transforma, con la mediación del olvido, en nuestro paraíso perdido. Estamos ante alguien que ha sabido enfrentarse a Dios tratando de regresar al paraíso a través de la rememoración del placer y del dolor. “Yo soy Aquiles” dice el que escribe, es decir, soy otro, deconstruye la individualización del enunciante, el ego ya no es el mismo ego, para sí mismo. En la conciencia occidental esto significa  una negación de la posibilidad teológica y del concepto de Logos. Al decir “Yo soy un otro” se niega la tautología suprema, el gesto de autodefinición de Dios,“Yo soy el que soy”. Es quizás otra manera de afrontar el odio y la rabia, la de sentirse nadie mediante la espiritualización del no-yo en comunión con la carne de otro yo. La imagen altera al sujeto y éste a su vez se torna imagen, espacio que alía los contrarios. Al ser otro, regresa a su ser primordial, retorna a sí mismo, y al ser imagen, es él, su deseo y es también otro.
         
     me figuro un cautivo vuelo de las ocas
     en el sisear de la hierba
     en el ánade donde el invierno florece
     en el espectáculo de las ciudades levíticas
     en polvorientos cocoteros
     en que mi debilidad entre los débiles
     se debe a que sea un mero soplo y no un pneuma…
        
Para el griego el hombre es parte del cosmos, la libertad funda su relación con el todo. Esta oposición gesta el carácter trágico del ser humano. Ningún otro pueblo ha acometido con semejante osadía y grandeza la revelación de la condición humana. Fueron los primeros en ver que el Destino exige para consumarse acción de la libertad. La libertad es la medida humana del destino. Sin los hombres el destino no se cumple y el orden cósmico se quiebra. La tragedia es una imagen del hombre y del cosmos, en ella cada elemento perdura en función de su antitético. Un tiempo llega en que los opuestos se unen, no para producir una síntesis ficticia sino en un acto trágico, acto que sólo genera la catástrofe. La vida es gesta, acto en que la libertad y el destino forman un lazo inquebrantable: el hombre. Sobre la libertad se apoya el destino, forma evidente del ritmo universal, afirmación de una Justicia que no es bien y mal, premio y castigo sino ajuste cósmico universal.

Qué quiere Aquiles? nada sabe él sobre eso, pues jamás se mira, se confunde con la vida, corre en libertad hacia la muerte, prefiriendo la erosión radical a las templanzas de la duración. Jamás un retroceso. Sabe, como nosotros, que no tiene la opción de regreso que fuera privilegio de Ulyses. Este lanzarse sin pausa hacia su fin lo convierte en héroe trágico, protagonista de la tragedia mítica, sometida en su esencia, como sabemos, a la alternativa del triunfo o del fracaso. En antítesis con el héroe, el poeta dice
          
     Lamento no haber hecho
     Siempre cuerpo a cuerpo en esta tierra
     Ningún combate me pareció mío
     Ningún jefe el propicio…
        
La función del ritmo y su repetición hace que el mito regrese, y con él retorne el tiempo arquetípico. Al revivir imágenes que niegan la sucesión, se revierte el tiempo, el poema es mediador, y por su acción, el tiempo original encarna en un presente puro.
       
     …A las cuatro de la tarde soy Aquiles
     Algo que no es verdadero ni falso
     Es la respiración encarnada
     Donde continúa mi sueño
     El gran animal de aire y fuego....
        
Refleja una y otra vez el espejo del héroe de la vida breve encendida, que prefirió el riesgo de la carrera a la mediocridad indeterminada de la prudencia.
   
      Eros que es Zeus o la guerra
      En mi lengua son sinónimos
      Tropo de batallas inepto en amor…
    
En algunos fragmentos el espejo se torna implacable, su destello deja ver semejanzas que apuntan las bajezas o mezquindades de los “héroes de hoy”.
       
     …las ciudades están pobladas de pequeños Aquiles
     Yo he sido uno de ellos
     Tuve que pelear en el ejército
     Era una lucha intestina
     Una guerra estéril
     Que contrariaba a Aristóteles
     No hecha para ganar
     sino para engañar a un pueblo…
        
El decir del verso es tiempo vivo, concreto, es ritmo, tiempo original que muere y renace al ser convocado en el presente, donde la imagen de antiguos mitos, por analogía y contraste nos revela la condición del hombre de hoy.

     …nada recuerda mi cultura,
     ni siquiera un pasado reciente
     qué hacer con las espuelas
     los trabucos y las boleadoras
     lo patético actual por eso
     duele más y duele menos
     me diluyen en lo rotundo indiferenciado
     cautivo de un carro bipartito
     soy la más frágil de las criaturas…

     …mi herida, decían, era corporal, física
     no entienden que el universo
     es un gran animal de aire y fuego
     los reyes continúan devorando a sus pueblos
     aún después de muertos
     y por eso soy un caso incurable que les da la razón…

Bañadas en sangre humana aparecieron con frecuencia las historias de dioses y de héroes. Tal como los combatientes de “La Ilíada", ellos vivieron una vida divina a riesgo de morir como bestias en un instante. Se dice que Caracalla, queriendo imitar el llanto de Aquiles sobre la piel de Patroclo, hizo degollar a un amigo suyo para tener él también alguien a quien llorar.

El significado de la leyenda es plural y dispar, la cólera de Aquiles reúne los opuestos: su amor por Patroclo no excluye su piedad por Príamo. Las imágenes del poema enuncian la identidad de los contrarios desafiando el principio de contradicción, no dicen lo que es, sino lo que podría ser, una posibilidad, ser esto es también ser aquello, la vida y la muerte, que sin disyunción, conforman al humano.



Aquiles a las cuatro, en: Luis Thonis: Cuerpos inéditos, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1995.