21.8.16

Adicción, por Pablo Ingberg



sos mi atlas
el libro de mapas
donde me encuentro


sos en otras palabras
donde mi perdición
descubre encuentro


sos mi gramática
donde cada palabra que sale de mi boca
encuentra su función


sos la película que me hago
donde yo era un nieto no reconocido
de Gerard Philipe
y un hijo huérfano de Woody Allen
y vos más linda
que la pasión de Rita Hayworth
o una joya que Audrey Hepburn
no podía comprar


sos mi Atlas
sin vos el mundo flota sin sostén
añicos en tinieblas


sos el tonel de mi vino
y yo el anillo de tu tonel
te abrazo para que no me derrames
y me trague la tierra


sos mi tierra prometida
mi aire prometido
mi fuego prometido
mi agua placentaria recobrada


sos mis trapos sucios sacados del sol
y metidos en el lavarropas


sos la magia de mis reyes magos
un regalo en la piedra de mis zapatos


sos mi lecho de rosas
la única espina que me acaricia


sos mi droga
mi heroína


15.8.16

Aquiles y el retorno de una carrera mítica, por Nelly Pretel

La estética es el hacer/ formal de la epifanía/ Hay un “brillar a través”
Dante Alighieri

En Aquiles a las cuatro, Luis Thonis restituye al héroe cuya pisada legendaria siguieron por veintiocho siglos la literatura, la pintura y la música en mil metamorfosis. Transita el tiempo arquetípico de los mitos, en un pasado que puede actualizarse, capaz de reencarnar.

¿Por qué Aquiles? Tal vez porque se dijo que fue el más grande de los héroes, el más bello, el más fuerte, el más valiente o el inflexible, el que tenía una verdad para la vida y una para la muerte, y un orgullo considerado de calidad divina. O quizás, porque al evocarlo se pudiera, como él, purificarse por inmersión al fuego, como hizo Thetis con este hijo inmortal cuya pureza prevaleció en la violencia o en la magnanimidad, en la pena o en la alegría vencedora. Los rasgos ambiguos de héroe colérico y dulce, puro y disfrazado, mortal y sobrehumano, tal vez otorgaron a Aquiles el marco de héroe perfecto.

Dijo Quirón a Fausto: “el poeta no está atado al tiempo”, y Fausto asintió: “fuera del tiempo encontró Aquiles a Helena”. Además de la mitología pagana el autor invoca a la vez los tópicos fundantes de la tradición cristiana, en rasgos conciliables y a la vez antagónicos, ejerce con Homero la libertad que requiere una obra poética, y obtiene una reconstrucción del mito como respuesta semiológica válida.

     …la Trinidad ha anulado
     el sofisma y el rito
     las paradojas son bromas
     previsibles y bizarras
     crin de caballo, piano de ébano
     la música sacra suena a seducción astuta…
        
El tema de Homero es el destino de los héroes, no la guerra de Troya ni el regreso de Odiseo. Ese hado, ligado al destino de los dioses y a la potencia del cosmos, es un tema religioso. Nacía entonces un rasgo categórico de la poesía épica griega: ser una religión. La Biblia helena es Homero, pero como religión escasamente ortodoxa. Para Burkhardt, la originalidad de la religión griega radica en ser libre creación de poetas y no reflexión de un clero. Por lo cual al ser libre admitió la crítica y auspició la creación del pensamiento filosófico.

Imaginación y razón, verdad moral y belleza plástica vertebran Aquiles a las cuatro. Versos que renuevan la tonalidad poética y penetran el sentido profundo de la gesta helénica. Reintegra al mito antiguo el sentido filosófico y religioso que puede tener curso en la poesía actual y reproduce el carácter del héroe griego en la universalidad que comporta. Homero es tanto fin como principio, fin de una larga evolución religiosa que culmina con el triunfo de la religión olímpica y la derrota del culto a los muertos. Principio de una nueva sociedad aristocrática y caballeresca a la que los poemas homéricos otorgan una religión, un ideal de vida y una ética. Esa religión es la olímpica. Esas ideas y esa ética son el culto a los héroes, al hombre divino en el que confluyen y luchan los dos mundos, el natural y el sobrenatural.
Destacan como temas básicos del poema el destino de los héroes, la reflexión moral, el llamado de la naturaleza y la conciencia histórica, desarrollados a partir de mitos culturales y religiosos.
        
     soy ciertamente un héroe épico trágico
     /pero hay que entender algo del amor/
     o lo que hasta ayer lo era
     o al menos haberlo conocido
     a él o a ella
     ¿reminiscencias?

El mito que habita el poema evoca a alguien que como Igitur se contempla a sí mismo. La flecha retorna a quien la hubo lanzado porque el blanco es su propia imagen que interroga. Configura como personaje un sujeto poético análogo y diferente al autor simultáneamente, a menudo alter ego pero a veces su contrario, la voz de un sujeto que discurre entre lo moral, lo histórico y lo artístico.
    
     …estuve a punto de morir,/ algo estalló cerca de mi cabeza,/
     Una granada, tal vez a eso se sumó un accidente, un choque, un
     golpe brutal/ en el mismo lugar/ en que me había entrado la
     esquirla/ por un tiempo sufrí parálisis/ ahí comencé a pensar,/Y
     supe que a las cuatro de la tarde era Aquiles…

La desaparición del objeto de amor cede su lugar a una objetivación del sujeto que se identifica al evocarlo. En consonancia a veces con la gesta del héroe que al parar su carrera, no descansaba bajo la tienda, herido en carne viva por una historia de mujer, el poeta relata:
        
      A las cuatro de la tarde soy Aquiles/Invariablemente
     llego a tu sostenido dardo/Espiral leve que va en fuga…
     Diana/que se adentra en el boscaje/Dejando a su ciervo
     herido…
        
La osadía del sujeto Aquiles confiere al poeta el impulso de imaginar analogías, diferencias, de relatar, interpretar incidentes, expresar inquietudes y creencias. El sujeto, como el profeta, es a la vez causa y efecto, sujeto y objeto, magnetizador y estático, rey y súbdito, padre, hijo, todopoderoso e impotente al mismo tiempo, mortal e inmortal.
          
     …Tiempo hace un rostro se volvió
     hacia mi: verde junco había
     entre flores de argentada plata
     la emoción me cegó
     en vilo respondí con sarcasmo
     sumé indiferencia,
     dije lo contrario de cuanto pensaba
     más que ninguno me mostré cobarde
     fue un asedio defensivo
     después fui alas, viento, pneuma
     onda que refleja una medusa
     de mil y una cara cortadas
     cuya imagen al cesar me dice:
     es casi imposible
     hablarle de amor a quien se ama.
        
Sin recuerdos no existimos, el dolor se olvida, el placer vivido se transforma, con la mediación del olvido, en nuestro paraíso perdido. Estamos ante alguien que ha sabido enfrentarse a Dios tratando de regresar al paraíso a través de la rememoración del placer y del dolor. “Yo soy Aquiles” dice el que escribe, es decir, soy otro, deconstruye la individualización del enunciante, el ego ya no es el mismo ego, para sí mismo. En la conciencia occidental esto significa  una negación de la posibilidad teológica y del concepto de Logos. Al decir “Yo soy un otro” se niega la tautología suprema, el gesto de autodefinición de Dios,“Yo soy el que soy”. Es quizás otra manera de afrontar el odio y la rabia, la de sentirse nadie mediante la espiritualización del no-yo en comunión con la carne de otro yo. La imagen altera al sujeto y éste a su vez se torna imagen, espacio que alía los contrarios. Al ser otro, regresa a su ser primordial, retorna a sí mismo, y al ser imagen, es él, su deseo y es también otro.
         
     me figuro un cautivo vuelo de las ocas
     en el sisear de la hierba
     en el ánade donde el invierno florece
     en el espectáculo de las ciudades levíticas
     en polvorientos cocoteros
     en que mi debilidad entre los débiles
     se debe a que sea un mero soplo y no un pneuma…
        
Para el griego el hombre es parte del cosmos, la libertad funda su relación con el todo. Esta oposición gesta el carácter trágico del ser humano. Ningún otro pueblo ha acometido con semejante osadía y grandeza la revelación de la condición humana. Fueron los primeros en ver que el Destino exige para consumarse acción de la libertad. La libertad es la medida humana del destino. Sin los hombres el destino no se cumple y el orden cósmico se quiebra. La tragedia es una imagen del hombre y del cosmos, en ella cada elemento perdura en función de su antitético. Un tiempo llega en que los opuestos se unen, no para producir una síntesis ficticia sino en un acto trágico, acto que sólo genera la catástrofe. La vida es gesta, acto en que la libertad y el destino forman un lazo inquebrantable: el hombre. Sobre la libertad se apoya el destino, forma evidente del ritmo universal, afirmación de una Justicia que no es bien y mal, premio y castigo sino ajuste cósmico universal.

Qué quiere Aquiles? nada sabe él sobre eso, pues jamás se mira, se confunde con la vida, corre en libertad hacia la muerte, prefiriendo la erosión radical a las templanzas de la duración. Jamás un retroceso. Sabe, como nosotros, que no tiene la opción de regreso que fuera privilegio de Ulyses. Este lanzarse sin pausa hacia su fin lo convierte en héroe trágico, protagonista de la tragedia mítica, sometida en su esencia, como sabemos, a la alternativa del triunfo o del fracaso. En antítesis con el héroe, el poeta dice
          
     Lamento no haber hecho
     Siempre cuerpo a cuerpo en esta tierra
     Ningún combate me pareció mío
     Ningún jefe el propicio…
        
La función del ritmo y su repetición hace que el mito regrese, y con él retorne el tiempo arquetípico. Al revivir imágenes que niegan la sucesión, se revierte el tiempo, el poema es mediador, y por su acción, el tiempo original encarna en un presente puro.
       
     …A las cuatro de la tarde soy Aquiles
     Algo que no es verdadero ni falso
     Es la respiración encarnada
     Donde continúa mi sueño
     El gran animal de aire y fuego....
        
Refleja una y otra vez el espejo del héroe de la vida breve encendida, que prefirió el riesgo de la carrera a la mediocridad indeterminada de la prudencia.
   
      Eros que es Zeus o la guerra
      En mi lengua son sinónimos
      Tropo de batallas inepto en amor…
    
En algunos fragmentos el espejo se torna implacable, su destello deja ver semejanzas que apuntan las bajezas o mezquindades de los “héroes de hoy”.
       
     …las ciudades están pobladas de pequeños Aquiles
     Yo he sido uno de ellos
     Tuve que pelear en el ejército
     Era una lucha intestina
     Una guerra estéril
     Que contrariaba a Aristóteles
     No hecha para ganar
     sino para engañar a un pueblo…
        
El decir del verso es tiempo vivo, concreto, es ritmo, tiempo original que muere y renace al ser convocado en el presente, donde la imagen de antiguos mitos, por analogía y contraste nos revela la condición del hombre de hoy.

     …nada recuerda mi cultura,
     ni siquiera un pasado reciente
     qué hacer con las espuelas
     los trabucos y las boleadoras
     lo patético actual por eso
     duele más y duele menos
     me diluyen en lo rotundo indiferenciado
     cautivo de un carro bipartito
     soy la más frágil de las criaturas…

     …mi herida, decían, era corporal, física
     no entienden que el universo
     es un gran animal de aire y fuego
     los reyes continúan devorando a sus pueblos
     aún después de muertos
     y por eso soy un caso incurable que les da la razón…

Bañadas en sangre humana aparecieron con frecuencia las historias de dioses y de héroes. Tal como los combatientes de “La Ilíada", ellos vivieron una vida divina a riesgo de morir como bestias en un instante. Se dice que Caracalla, queriendo imitar el llanto de Aquiles sobre la piel de Patroclo, hizo degollar a un amigo suyo para tener él también alguien a quien llorar.

El significado de la leyenda es plural y dispar, la cólera de Aquiles reúne los opuestos: su amor por Patroclo no excluye su piedad por Príamo. Las imágenes del poema enuncian la identidad de los contrarios desafiando el principio de contradicción, no dicen lo que es, sino lo que podría ser, una posibilidad, ser esto es también ser aquello, la vida y la muerte, que sin disyunción, conforman al humano.



Aquiles a las cuatro, en: Luis Thonis: Cuerpos inéditos, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1995.

  

  

8.8.16

Cuestionario Marcel Proust a Gonzalo León



¿Cuál es el colmo de la miseria?
Siempre le he tenido un miedo inconmensurable a la pobreza. Ha sido un miedo cotidiano, que surge especialmente los finales de mes o ante un imprevisto. Creo que la miseria es un estadio más allá de la pobreza, así que no puedo imaginar el colmo de la miseria y a decir verdad no quiero pensarlo mucho.

¿Qué virtud valora más en las personas?
La pasión, en todo: en el amor, en el sexo, en la literatura, en fin en lo que hacen sin importar lo que hagan. Para mí pasión y cálculo es un eje donde nos movemos. A mayor pasión, cero cálculo. De ahí mi temor a la miseria; me hace pensar con cálculo y me saca de lo que hago.

¿Qué es lo que más le gusta hacer?
Lo que más me gusta es leer y tener sexo, aunque creo que en el último tiempo la lectura ha sublimado al sexo.
¿Dónde querría usted vivir?
En un PH.

¿Cuál es su ideal de la felicidad terrestre?
No creo en la felicidad terrestre ni extraterrestre.

¿Con qué errores tiene la mayor indulgencia?
Con ninguno. Tiendo a reparar en ellos, la diferencia es que algunos los pienso y no los manifiesto.

¿Cuáles son los héroes de novela que prefiere?
El perdedor siempre ha sido un héroe que me ha llamado la atención, quizá porque perder ha sido algo a lo que uno se acostumbra. Perder a un ser querido es inevitable, pero también perder oportunidades, amigos, fiestas, amores, la excepción es ganar. Pero la épica es luchar aun sabiendo que vas a perder.

¿Cuál es su personaje favorito de ficción?
No lo tengo muy claro ahora. Pero pongamos que son dos: El lazarillo de Tormes e Ignatius de La conjura de los necios.

¿Su pintor favorito?
En mi primera adolescencia me impresionó mucho Kandinsky, de hecho intenté hacer un cuadro como los que él hacía, lleno de colores, pero al mezclar tantos colores lentamente fue apareciendo el negro. Cuando le mostré el ejercicio al profesor me explicó que el negro era la mezcla de todos los colores. Durante mi segunda adolescencia me gustó mucho Paul Klee y Umberto Boccioni, el pintor futurista italiano que murió en la primera guerra mundial, luego me interesó Caravaggio, otro italiano. Más tarde Goya. Lo que quiero decir es que siempre me ha gustado más la pintura que las instalaciones. Y no soy un experto en arte, aclaro.

¿Su músico favorito?
Soy negado para la música. Carezco por completo de oído musical, quizá por eso no sé bailar.

¿Su cualidad preferida de los hombres?
La franqueza.

¿Su cualidad preferida de las mujeres?
La franqueza.

¿Su virtud preferida?
La franqueza.
¿Cuál es su ocupación preferida?
Leer, aunque si el sexo fuera una ocupación la diría también.
¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
Ya dije que la felicidad no existe.

¿Cuál es su miedo más grande?
Tengo tantos miedos que me resulta difícil catalogarlos. Siento miedo a la pobreza, a la muerte, a viajar en avión, a las alturas, a veces a los ascensores, sufro mucho cuando me encuentro con un pitbull en la calle, de hecho tiendo a cruzar. Pero también le tengo miedo a las enfermedades raras, quizá por eso ahora estoy leyendo Las aflicciones, del indio Vikram Paralkar, que es una novela sobre enfermedades inventadas.

¿Cuál es el rasgo que más deplora de usted mismo?
La indecisión.

¿Cuál ha sido su mayor atrevimiento en la vida?
Aún lo estoy esperando.

¿Cuál considera que es actualmente la virtud más sobrevalorada?
La astucia.

¿Qué es lo que más le disgusta de su apariencia?
Me gustaría cambiar de gafas.

¿Cuáles son las palabras que más usa?
Cuánto vale, cachai, genial, hola, nos vemos

¿Qué es de lo que más se arrepiente?
Quizá de haber sido un mejor hijo con mi madre. O haberle hecho saber lo mucho que la quería.

¿El rasgo principal de su carácter?
El mal carácter.

¿Cuál sería su mayor desgracia?
Caerme en skate.

¿Su principal defecto?
La franqueza.

¿Eso que querría ser?
Bailarín.

¿El color que prefiere?
El color semáforo, me gusta el verde, el amarillo y el rojo.

¿La flor que más le gusta?
Gladiolos.

¿El ave que prefiere?
Los buitres siempre me han llamado la atención.

¿Sus héroes en la vida real?
Mi abuelo, mi vieja, el profe de castellano.

¿Sus heroínas en la historia?
Mansawoman y Xena.

¿Sus nombres favoritos?
Edesur, Edelnor, Metrogas.

¿Dónde y cuándo es feliz?
En la cama con alguien.

¿Cuándo miente?
Cuando contesto entrevistas.

¿Cuál es su idea de la muerte?
El fin del juego donde después no hay nada.

¿Qué no perdonaría?
La falta de pasión.

¿Cuál considera que ha sido su mayor logro?
Estar vivo, pero eso no depende de mí, así que no es un logro mío. 

¿Para usted qué es un buen insulto?
No creo en los insultos.

¿Cuál es su idea de la fidelidad?
Absoluta.

¿El hecho militar que más admira?
Vanguardia.

¿La reforma que más admira?
La Contrarreforma.

¿El don de la naturaleza que quisiera tener?
Cambiar de color como los camaleones.

¿Cómo le gustaría morir?
No me gustaría morir, pero al parecer no hay más remedio.

¿Estado presente de su espíritu?
En estado de mantención.

¿Cuál es su frase preferida?
No estamos solos, estamos mal acompañados.


1.8.16

Instantáneas, por Milton Rodríguez



 E N

dónde quedó

esa última

serenidad?


Dónde habrá 
          
estado

la palabra

que dijo,

descuidada,

acaso sin saber,

que era la que faltaba?



 C A L L E

La calle murmura.
       
El polvo es

como un levantarse de brisas.


Las hojas,

acostumbradas a tanto,

se juntan en el cordón,

empujando y mezclando arenas,

semillas,

pedazos de piel.


El vino se hace acuoso

al baldear,

mezclado con rayos

y el ruido

de una persona

que llora.


Cincuenta metros,

setecientas baldosas.


Será el tiempo,

otra vez,

arruinando el fracaso? 



 S A N    N I C O L A S

Un gato manso
me mira
con ojos estrellados.
Me sigue por el salón grande
hacia las mesas.

Me siento
y se endereza,
apoyándose
en mi pierna.
Lo acaricio
y cuando dejo de hacerlo,
me pide más,
con la mirada.

Al no usar el lenguaje,
pide afecto,
de otro modo,
quizás sin darse cuenta.


¿Adónde irás cuando seas polvo de hueso escalonado en la tierra?



 L O B O S

Hay un hombre,
un pedazo de fuego
que devora la madera.

El frente del edificio
se desmorona;
la gente empujada por los bomberos,
y la manguera que pide espacio.

Humo azufrado
calentando con el reflejo.
Corridas entre pedazos de telas.

El cielo baja a las cenizas. 



 N A V A R R O

En el viento del pueblo,
ya ni la gente cree
en lo que se dice,
en las historias
que siempre cuentan.


Violencia de tierra destajada.
Arboles apechugados
que caen,
un zumbar de golondrina
que se pierde.



 Y O G A

No soy más que uno en sí.
El mi mismo quien trata
de meditar en el fondo del salón.

Se trata de hacer una asana,
de un olvido de la conciencia,
del cesar.

En la contienda de los pueblos
todavía hay gente que cree en la paz.

Cuando mucho se destroza,
aparece un color naranja,
un mantra,
para ver si después del exterminio,
Buda sigue sentado.



 L A   C A S A   Q U E   FUE

¿Dónde están las luces,
los recuerdos,
el libro de Enrique
del estante quebrado?

¿A qué silencio
se llevaron el tedio,
los pedidos?

¿Qué pudo haber pasado
así,
que por ir buscando su voz,
en la hondura,
la maldita sombra
terminó llorando?



 P  A  R  E  J  A

Era la mudez que,
de pronto
los dejó paralizados.

Cada uno recordando su historia,
viviendo del pasado.
Ahora no hay nada.

Ni emoción,
ni suavidad;
siquiera el brazo extendido
hacia el anhelo.

No quiere vivir su agonía.



 E S E   L U G A R

El vino pregunta en la sombra
de la bodega.
En el estirado espacio que
llega hasta el fondo.

Entre tanto,
la gente camina,
y se mezclan
las estaciones del tinto.

El mosto lo había ayudado a crecer.

Antes,
como  el fantasma que va hilando por las hileras,
desconociendo el destino que le podía llegar a tocar,
si en la mesa del domingo,
o sobre el mostrador del boliche,
acompañando la pena.

Peregrinó de un lugar a otro,
igual que su padre.

Es una mezcla de tiempos.