27.2.16

Saving Private Symns

(Correspondencia Enrique Symns)


2014

13 de junio, Mar del Plata
Andrés, no sé cómo hacen los demás, pero para mí la vejez es un problema irresoluble. Si bien mi mente está intacta y lúcida, el cuerpo me atormenta todos los días con nuevos problemas, incontinencia, dolores musculares e incapacidades de movimiento. La orquesta de mierda a pleno. Igual me encantan las mañanas cuando salgo a caminar por la playa y odio los anocheceres cuando mis conocidos se meten en la escafandra nocturna de los bares y yo me voy a leer en la cama. No hay días que celebren mi presente. Un presente sin almanaque, cuyos designios semanales, mensuales y anuales desarrollan ritos adaptativos en la gente. El Mundial de fútbol, las fiestas de Navidad y año nuevo, los carnavales son mandatos mundiales que movilizan acciones, emociones y rutinas de cientos de millones de personas en todo el mundo. Las fiestas patrias, el día el trabajo, ciertas conmemoraciones religiosas corresponden a manipulaciones nacionales y hasta la comercialización del tiempo creó el Día del Padre, de la Madre, del Amigo, del Amor y otras designaciones que además están inmersas en el lodo de la moral ya que no existe el día del ebrio, del adicto, del ladrón, del polígamo.
Un abrazo.
Enrique.

15 de junio, Mar del Plata
Amigo Andrés:
El hospital es el aeropuerto de la vida y de la muerte, ya que la gran mayoría nacemos en hospitales y partimos hacia la nada desde ellos, lo de tu padre es fantástico pero yo he vivido una existencia demoledora. Supe escribir que «la sangre es la única poesía que fluye como un río y por donde alguna vez nos escaparemos de noche, navegando alborozados, hasta perdernos para siempre.» Pero ahora todo cambió. Como ya he dicho más de una vez, mi vida cumple con la consigna de un bolero que alguna vez compuse y que se llamaba Rumbo, piérdeme el rumbo. Estoy solo, sin pareja, nómade por destino y no decisión. En los últimos dos años me mudé veintitrés veces. En cada mudanza pierdo todo, pero sobre todo el rumbo. Como ya imaginaba, bajo cobardemente hacia la muerte por la ladera de la existencia.
Te quiere, Enrique.

29 de junio, Mar del Plata
¿Cuándo termina de terminar lo que ya ha terminado? ¿Es posible olvidarse del tiempo? Los cirujas, los vagos, los orates, los despilfarradores del mundo quizá lo consigan. Borges comenta que si él supiera que su muerte se produciría un lunes sería feliz los martes y miércoles, los sábados estaría obsesionado y los domingos aterrorizado. La única salida sería huir a una isla aislada y dejar que la memoria desestructure sus mandatos hasta olvidar lo que nunca debió ser recordado. A diferencia de ti, vivo de recuerdos y la memoria es el más vengativo de los olvidos, como una secretaria ejecutiva colecciona tarjetas postales elegidas al azar y siempre salando las heridas, te extraño como si nos hubiéramos estado viendo.

26 de julio, Mar del Plata
Hola, Andrés. Mediodía frío. Ya mismo me voy a tomar dos Campari con naranja y brindaré por vos. Enrique.

16 de agosto, Buenos Aires
Andrés querido, el público se apega a las canciones y siempre quiere escuchar lo mismo, lo cual colabora con aumentar la dosis de mediocridad. Pero eso ayuda al músico a trabajar menos. En literatura también la gente relee mucho, yo no dejo de leer El extranjero, de Camus, y cada vez me golpes igual, desde la primera línea: «Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé». Me alegra tu retorno y espero encontrarnos. Estoy tratando de escribir una novela sobre la vejez, pero la vejez me ha hecho perezoso. Le tengo un poco de miedo a Baires. Querido amigo, hasta pronto, el sábado me embriagué suavemente. ¡Qué rico! Un abrazo.



Tomado de: Andrés Calamaro. Paracaídas & Vueltas. Diarios íntimos, Buenos Aires, Planeta, 2015.

23.2.16

Suburbio, por Manuel Alemian




el ladrido perezoso y rítmico
la niebla la helada
o la increíble escarcha de los charcos


en el colectivo vacío hace frío
asado vacío chorizo morcilla
tablón caballete peronista banquete


las hojas por todos lados
el rastrillo de tierra y el de pasto


se usa bidet
o no tiene bidet


están todos tocados en la banda
los ojos despatarrados
la mirada huraña
en cada esquina del barrio
la cana la sirena
ahí la banda se desbanda
el que más ve quien menos tiene


si hoy comer es más caro
si un celular da amistad
si un concejal es cosa rica
qué rico es el concejal


quien no tiene futuro
recibe un plan
un plan que no le alcanza
y le quita dignidad


alrededor del barrio
los fideos que les sirven en el comedor
y el celular lleno de polvo
un chico piensa sin dvd sin nada
me agarró enfierrado el móvil policial
y me tuvo que sacar el concejal


fumando fasos marca pirulo
me cuenta cosas tan espantosas
pero todo es tierra la calle es de tierra
las hojas del jazmín cubiertas de tierra
las zapatillas blancas cubiertas de tierra


fuimos un feriado
a pescar a la tosquera
un montón de bagres
de un verde medio marrón


la ambulancia no llega
y la infección la gangrena
que le descubrieron


una gomería de ocasión
una santería junto al corralón
una casita sin revocar
un tejado sin colocar


con el agua contaminada
vamos a ver al concejal


en el cruce de las rutas
el barrio paupérrimo
repleto de fértiles vientres
y sus órganos vivos
viva el malón


cambia el hábito del sifón al bidón
planta sandías y tiene gallinas


la huella aplastó el lomo de burro
paloma que la gomera dejó
croan las ranas
el bicho feo
el grillo


una nube de polvo
entre el marrón y el gris
como un huracán
nos deja el camión del pan
y los Falcon empiezan a faltar
como el Chevy o el Polara
el Renault 18 el Renault 9
también
en su versión remís sin patentar


pero hoy llueve y la calle se ablanda
y los camiones las camionetas
de basura
de botellero


una chiquita húmeda
por la llovizna y el pobre algodón
de la blusita de la patrona
del country de su mamá


si llueve la cancha es distinta
si llueve el campito se inunda
si llueve la bici es de cross
si llueve las goteras hablan
si arrecia la lluvia se humedece todo
el agua de lluvia ensucia el barrio
el barro


las aguas de las cloacas
son fétidas
y la cría juega
los perros de la sarna
andan temerosos
y casi siempre los autos los chocan
andan cachuzos
hasta que van a morir a las zanjas
o a algún pajonal


la casa de esa extraña religión
tabernáculo de adoración


cuando el sol seca los cardos
el barro del pelo del perro
el techo de chapa
y se hierven los radiadores


poner sonidos al bicho feo
la cigarra
al canario del almacén
los gallos y alguna vaca
al tunning del ciclomotor
al hielo del whisky del concejal


el coche chico para el capricho
el coche tocado
choque


la delegación municipal los caños
la transparencia es fundamental
las gestiones
la campaña electoral
las pintadas las boletas
los barrios periféricos
tour del concejal


sociedad de fomento
va al centro
a Capital
en tren en bondi o en combi


garrafa culebra membrana vereda
la piba el chabón los pibes
la basura del arroyo
la infección
curabichera


aspiradora no compresor sí
uva chinche
el listón el machimbre
el bache


si tenemos varios hermanos
el olor de la leche de la escuela
donde no hay transporte escolar
no hay golf no hay tenis
fútbol
en la plaza de El Jagüel


bendito naranjú
bendito alcohol con naranjú
bendito helado naranjú


barro en la camioneta
turbodiésel del concejal
que viaja a La Plata
o a Chapadmalal
y promete la cloaca
y se queja
del barro en el mocasín
caca de cólera
diarrea indigente
y abandono sindical


el sándwich del fiscal de mesa
la vianda del fiscal de mesa
la plata del morfi del fiscal de mesa
no aparece


todos somos albañiles
y atardece
en la vereda cerveza y sombra
los cachorros con los chicos
la abuela ceba el mate
y la doña torta frita


Tomado de: Manuel Alemian. Oreja tomada. Todos sus poemas 1993 / 2013, Eloísa Cartonera, 2013.

“Suburbio” y otros poemas de Oreja tomada pueden escucharse en el proyecto REBENQUE Y ALFALFA, musicalizado por Emiliano Herrera. 

19.2.16

¿ser serio, sería...?, por Mariano Fiszman


a Sergio


serás lo que debas serio
o sino no serás
era así? serio o no serio
esa es la qu
era será la qu
que no hay peor serio que el que no
pero ay siempre hay peor
más serio o sea
ser serio es cosa seria
pero ser cero serio es ser un perro
o peor que peor
pobre al pedo
como cenicero ‘e ciego
se corren serios riesgos
de no ser
no se ría
eso no eso sí que no si
para ser hay que ser serio
ser vil un señor
lo peor
si así se es
lo que sea la qu
quiero serlo olerlo
oírlo oiga sí

o  í  r  e  s  s  e  r  i  o

16.2.16

Lágrimas de papel, por Javier Fernández Paupy


Primero esnifé una puntita bastante escueta con la púa de mi amigo el narcisista. Después bostecé. Bostecé como si no hubiera dormido en años. Pero qué mierda, pensé, si la suerte, viejo trava y marginal, hace y deshace a gusto y capricho, como si nuestra vida no fuera sino una flor microscópica que aparece un instante en el campo y cuando levanta un viento fuerte se extingue y después ya nadie más sabe de ella. Si no fuera tan cara, tomaría esta gilada todos los días. Un infierno elegante donde dormir sin sueños. La cosita tiene ese gusto a muerte que la hace tan real. ¿Qué parte del corazón se dilata en la aventura? Vida, belleza herida, cristal empañado por alientos pasajeros. ¿Dónde pica exactamente y qué parte es la que más duele de vivir? NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE NADA decía el comercial televisivo de un producto adulterado resumiendo el lema de esta época falluta. Ya Freud advirtió que los deseos están para ser formulados, no necesariamente para cumplirlos. Entonces apagué el televisior envalentonado y fui derecho a la cocina a quemar lo que me quedaba. La piqué con bicarbonato de sodio en una cuchara sobre el fuego de la hornalla y traté de distinguir su calidad por la forma en la que se cocinaba. Me pareció que la bolsita lloraba sobre el mármol de la mesada. Con su blanca, macilenta, palidez. Derramaba lágrimas de merca con novalgina picada. Y lloré también yo. Por no poder llorar.

Tomado de: El triángulo de la Merluza, año 2, nº 6/ noviembre 2015


14.2.16

La muerte del Orfebre, por Roberto Escaleno



Las ofensas hechas con poca prudencia son recibidas con mucho odio pagadas al centavo.
Hugo Savino


11 de Septiembre y Emorroide. Narco Pollo. Qué insulto. Mezclar el nombre de Marco Polo y vincularlo a una actividad ilegal cuando el viajero y mercader nunca fue un ilegal, aunque sí un gran traficante de opio. El Gran Khan lo quiso recluir en sus negocios clandestinos, el tráfico de arroz pindonga —sí, granos de arroz verga, al comienzo los chinos eran una raza de gigantes que fueron disminuyendo su tamaño a medida que aumentaban en número, de ahí sus actuales políticas de reproducción— a las indias descubiertas en secreto, o qué se creen que a mi abuela le decían China por el curso de Ikebana que hizo ¡mi propia piel parece de arrollado primavera! En fin. Cosas. Ahí estábamos todos en la esquina de la pollería Narco Pollo, producto de un error, de una triste falla. Pensar que estuve largo rato mirando en esa dirección, en esa esquina, pero no lo veía. Hasta que Longorraba nos lo marcó, al negocio, él lo vio primero. Y el que mira algo primero lo mira dos veces, saber impopular, claro está, las minas de esa benévola tarde de enero pasaban, tomaban café, leyendo con las gambas cruzadas, mucho vestido estampado con vuelo, chatitas, teta, culo, pelo suelto, hasta una sesentona atlética y rubia con el pelo por la cintura en jumper con las caderas descubiertas parada en la puerta del bar con un perro de pelaje lacio cobrizo. Todo estilizado como en una ciudad ajena.

Y la pollería infame, con ese nombre, ahí, era como el inconsciente. Eso que siempre estuvo ahí, pero nadie lo vio, salvo Freud, que lo develó. Como América y Colón. O como el fastidio de la vida de hotel. Pero vayamos a lo que nos reúne. No es el Narco Pollo. Como decía, eso fue solo un accidente de la cartografía de la ciudad. Lo que nos reunía era la muerte del Orfebre, su funeral. Lo del Pollo Narco es otra cosa, es solo un pollo accidental, cultural, engordado con hormonas de morfina para encubrir la venta de cocaína en la tarde, solo un Pollo-fachada. Nadie podría sospechar que detrás de esos pollos engordados y detrás de ese nombre tan jocoso, podrían vender fafafa o traficar antigüedades, o etc. Pero helos ahí. Un accidente atrapado en otro accidente.

La muerte del Orfebre también lo fue. Ahí estábamos, como cuatro ilusos mosqueteros, siete treinta de la tarde, en la puerta del Cisne Blanco del barrio chino, esperando que pasara la pompa fúnebre del Orfebre. Pero todos sabemos que así como hay atajos hay malditos desvíos. No sabemos si la pompa fúnebre cumplió su ritual. Sí sabemos que la dueña china del lugar nos negó unas cervezas para brindar en su nombre, porque la muy turra pretendía que comiéramos cuatro arrolladitos primavera como requisito mínimo para darnos una mesa. La vez anterior comimos algo, las rabas estaban 45 pesos las diez unidades, qué raro, pensé, y sí, lo que se esperaba no fue una fritada dorada y crocante, sino un engrudo de goma insípido; y el interior y sabor de los arrolladitos también baratísimos, indiscernible. Nos negamos. No transamos con los chinos, y menos con las chinas. Pero el hecho de que nos rechazaron, porque aquello fue un rechazo tajante, real, nos hirió en lo más profundo de nuestra tarde. Una herida en la yugular de la tarde. La Casa se reserva el derecho de admisión. Siempre así. Hay cosas que no cambian. Pero no nos pueden obligar a comer comida china a las siete de la tarde. No señor. Nosotros solo queríamos despedir con dignidad a nuestro amigo, a nuestro enemigo, a nuestro todo.

El Cisne Blanco era el punto de encuentro. Pero como nos desterraron en pleno barrio chino, terminamos en Emorroide, esquina de Narco Pollo. Cinco horas reloj hablando sobre diatribas, sobre poemas perdidos de Vicente Luy, sobre la sexualidad de Gabriela Sabattini, fue ahí cuando Longo notó que estábamos ante esa pollería tan extraña, que era como el Tercer Mundo, que siempre anduvo ahí, sin Tercero alguno, como  suele decir Lancelot.

Le dimos un destino distinto a las alegrías del Orfebre, y a sus tristezas. Porque uno tarde o temprano muere. Aprendemos a vivir muriendo. Esta vez le tocó a él. Cuatro disparos en su nombre, cuatro episodios de su muerte. Escaleno dice o Simon Leys says.

Escaleno era algo que nos faltaba en nuestra vida y si a veces hablamos en tercera persona, es porque somos del Tercer Mundo. Todo fue tan vertiginoso que no supimos cómo darle cuerpo, ni forma, ni colores. Pero, Longorraba, del submundo, tercera persona de tu hermana, acechaba los pulpos con luz blanca mirando a través de la tinta disuasiva, tenía un agujero en el jogging por donde salía uno de sus testículos, el derecho. Pero no llegamos a diseñar los personajes en verdad, alguna cualidad bosquejada, puede ser. Y el diseño es la piedra angular de toda cosa de nuestros tiempos, como la flamante fachada de Narcopollo, si no podés con eso, directamente no podés. Como un espejo que esconde su reflejo. Es lo mismo que los romances. Eso es lo que pasa cuando inventás romances estilo Lancelot, donde no hay nadie.

La moza se llamaba Rosario, no murió, pero se llamaba. Rosario, coordenada café París. La colombiana tuvo que migrar, de bar en bar. Rosario a secas. Ahora en 11 de Septiembre, Siga la Vaca, esquina Emorroide, dijimos. Rosario a secas y sin apellido, bien colombiana. El problema es que en este país si no tenés apellido sos un bastardo, y si no tenés tetas los hombres ni te preguntan el nombre. Así que así estamos, tocando las cuentas del rosario cuando rezamos, como si fueran pezones. Escaleno es un hombre del Renacimiento, que se corta el pelo a sí mismo, de a ratos, en ataques de locura y que no puede vivir en el Renacimiento porque el país todavía ni terminó de nacer, se corta las uñas, se mete el hisopo, se ilustra. Descubrió que el mejor antimicótico es el meo, entonces como un abuelo se relaja de dorapa antes de abrir el grifo de la ducha, con manos libres, sin Bluetooth.

Rosario vino al rato, y Longo dijo tetardaste un montón. Lancelot objetó “nooooooooooo” frente a esa réplica tan vulgar. Lentamente le fue calibrando los párpados, buscándose el rosario bajo la remera. Si no hay queso no hay juntada, dice L., se lo trajeron con pimentón rojo y oliva. Pero no nos desvíemos todavía. La reunión era solo por la muerte del Orfebre, tan trabajador, tan educado, tan reputado como Yahvé, el Neocalvinista que envidiaba al zaguero Mouzo. De tanto relamerse con Osvaldo Lamborghini le fue creciendo ese bigote, tal cual, bigote Roberto Mouzo en el que apoya el bidón de agua para negar su palabra en pos del fraseo, reducir el concerto grosso de sus combinaciones verbales a las líneas de un solo jazzero. Tomaba agua, mucha agua:
–Tratá de meter toda el agua en ese hoyo.
–Pero eso es imposible –replicó el teólogo–, ¿cómo pensás meter toda el agua que es tan inmensa en un hoyo tan pequeñito?
–Al igual que vos, que pasás de largo el misterio que es Gomsterfi.
Y cuando descubrió a Mouche sin tegobi en Boca 30 años después, directamente se tuvo que mudar a España. Pero Kerouac es otra historia.

Un cuadrado de provolone quedó fuera del plato cuando nos fuimos. La poesía es amoral y primitiva, es enigma, decía Escaleno, apellido que le pusieron los amigos cuando por pasarse de vivo le reacomodaron el tabique nasal. La única opinión literaria que yo tengo es que LLanusi es dictatorial porque es demagogo, lisa y llanamezzi. Como Casas. Al igual que el poeta con el nombre de la mayonesa (John Gelman). Y el de la cumbia (Oscar Caruso Cucurto). Decilo Enzo, le solíamos decir a Román Riquelme, para que termine de recitar, de poder decir algo, de redondear una sola idea. Pero no tenía llegada. Esa clase de gente extraña y sin sentido del humor, esos hijos de neorrealistas italianos mal traducidos al riverplatense, socialistas berretas, traficantes de chimentos. En fin, gente sin sentido común y sin sentido del humor. No podían estar entre nosotros, en víspera de funeral y de pompa fúnebre.

Pero como no se cumplió, como nunca la vimos pasar, no todavía, la vida quedará en posición de espera hasta nuevo aviso.
¿Un Evita vale más que un Roca o vale menos?pregunta Lancelot.
Solo la historia lo dirá resolvió con congruencia N.

La pregunta bisagra que una mujer le hace a un hombre es si tiene auto o no. Anotala. L. lo dice. Yo agrego otra: ¿A qué te dedicás? Ahí siempre perdí, ni una respuesta ordinaria me sale, bah, a veces sí, pero no. El otro día en un chat una mujer anónima me dijo de manera categórica, como si me conociera como mi vieja, que mi vida era una mentira, y me tuve que tomar dos rivotriles para terminar ahí mismo con el día.

¿Hay algo más triste que hablar con una mujer mientras se pinta las uñas de los pies? Seguro. En eso, en la esquina, como una aparición, el coche fúnebre descapotado, blanco, con los dos cuernos de buey en la trompa del orfebre cornudo, las minas de blanco con arreglos florales en el pelo montadas al féretro arrojaban roscas de jazmines y conchas, pétalos y panaderos que soplados desfloraban los ojetes más contritos, el cajón labrado con sus poemas de caligrafía ígnea empezaba a chispear. Llegando por 11 de septiembre se detiene antes de la esquina Almorraga, la procesión de una cuadra hasta Roosevelt también se clava dejando espacio de maniobra para ubicar la cola del vehículo en la calzada de descarga de la pollería. Nos Acercamos. El olor a dólar, cisne blanco, Celine Dion pura, nos hachó los ojos; y la comunicación cambió a una lengua salida del acre flujo del gas de cocaína, que respiraba cualquiera en las cercanías. Las paredes desaparecieron al momento que el cadáver descendía oblicuo a las digestiones opiáceas del local. Hablábamos como insectos guturales, o moluscos gimientes, no sé, pero nos entendíamos, y veíamos por los muros fílmicos cómo la carne transparente del orfebre se desprendía de los huesos en tumores blancos y saltar un remolino de pan rallado y caer en freidoras. L. se acercó al mostrador a preguntar el precio de las patitas. El esqueleto perfecto con algunos trazos rojos y violetas era exprimido hasta la extenuación de su médula ósea. Un torturador chino experto en anatomía mamífera extraía con florete próstata, de gran valor en las tiendas más exóticas del barrio. El mencionado gas y un gran surtido de genéricos similares también eran vendidos a anestesistas privados y odontólogos, surtidos desde el Zeppelin Led Topacio de La Morsa y Vergara Leumann, que Longorraba descubrió con visión de molusco, cómodamente fatigando divanes a gran altura, siguiendo atentos el destino de los prófugos del verano con largavista, ubicándose virtual e intelectualmente protagonistas del pleno dinamismo criminal, pero desde el lado uruguayo.