15.2.15

Dylan en el desierto, por Marco Castagna




Tus padres, tus inclinaciones sexuales, el miedo, el aburrimiento. La paranoia, el desvelo, un sueño o una oportunidad y su brillo incómodo. Creo que son nueve.



Se puede falsificar todo menos el dolor, lo único verdadero y el único motivo verdadero de la falsificación.



Hace frío y estamos juntos en una plaza tomando té caliente que preparaste, apoyamos los vasos de plástico en una mesa ajedrezada. Tenés miedo que el plástico se derrita con el calor, meditás un poco, dudás. Yo te miro servir el té y esperar. Nos quedamos callados largo rato, tomamos pequeños sorbos tímidos, sólo eso. Después sacás un libro de arte y me hablás de no sé quién y de Toulouse-Lautrec.



Algunas noches los hombres abandonan sus cuartos dejándolos vacíos. Teléfonos que no funcionan, heladeras sin comida y emociones pudriéndose adentro con un olor de animal muerto. Algunas noches los hombres abandonan la soledad de sus cuartos.



Tus ganas de tirarte el I Ching, una película de ciencia ficción, las horas muertas, la promesa de un bonsái, un puente viejo y un perro amarillo.



Paso la aspiradora por la alfombra demasiado sucia, hace como seis meses que no lo hago. Paso la aspiradora y pienso en dos manchas que están pegadas, adheridas a la alfombra. Las dos son mías o de la época en la que el departamento me perteneció. Trato de recordar cuándo se hicieron esas manchas, hace cuánto que están ahí. La primera es una mancha de café y tiene aspecto de isla o de zona erógena monstruosa. La segunda mancha es más oscura y tiene aspecto de una figura que corre y es alcanzada por un disparo que la hace estallar. Las dos manchas clavadas en el piso como figuras de un test de rorschard, una de las pocas cosas que dejo al  irme.



Simple descarga de semen sobre la computadora. Tiempo perdido, todo queda en eso. Personas presentándose de la peor manera.



Un gato gotea los techos con pasos suaves y una mirada verde río mezclada con mar. Desde la ventana pienso en todos esos barcos que se estrellan en la noche. A esta hora, algunas personas bajan las persianas.



Me salteo las noches iguales y duermo en los recreos. En sueños te veo jugar al tenis contra un palacio rojo, sonreís al verme. Estás más linda, te digo. Hubieras llamado, me decís. Te cambio la pelota de tenis por una naranja y empiezo a comerme con asco la pelotita. Te respondo que lo intenté pero necesitaba hacer el viaje.



Tomado de: Marco Castagna. Dylan en el desierto, Ascasubi ediciones, 2014.