9.2.15

Cuatro poemas de Robert Boates


For Canada’s sake

Traducción, introducción y notas por Camilo Sce

Robert Boates es un poeta canadiense, moderadamente conocido en su país y completamente desconocido fuera de su país. En el año 1989, a los treinta y cinco años, es internado con daño cerebral en un hospital en el que pasará los próximos años.
Durante los primeros años posteriores a su “accidente”, como resultado de una lesión en el lóbulo temporal izquierdo, no podía leer en lo absoluto, escribía con dificultad y tenía problemas para entender quién era. Algunos de los poemas que escribió durante su rehabilitación (lo que llama su “segunda vida”) le tomaron años de escritura, dificultado como estaba por la lesión cerebral y el dilantin, una droga que le recetaban para las convulsiones.
En su escritura se lee la persistencia no voluntaria de alguien que vivió contra todas las expectativas. La frustración no explota, y poco a poco se convierte en aceptación. Volver a la vida como una ironía: una vida doblemente difícil.

A.S.: Cómo fue que sufriste una lesion en la cabeza?
R.B.: Tuve mi accidente el día que descubrí que había sido abusado sexualmente cuando era un chico. 
A.S.: Qué edad tenías cuando lo descubriste? 
R.B.: Treinta y cuatro. El subconciente nunca olvida. Un psiquiatra me dio un suero de la verdad que trajo de vuelta parte de esos recuerdos. Estaba en estado de pánico y más tarde ese mismo día, fui a un bar local, tomé demasiado y me caí por la baranda de una escalera (illegal) camino al baño, cayendo directamente con la cabeza sobre el suelo de concreto… 
Entrevista a Robert Boates por Arthur Stewart

Realización

Soy un hombre diferente
uno que murió
y revivió
un niño hombre
perseguido por la infancia
un superviviente
un hombre esquelético
lleno de ira
uno con poca decisión
luchando con demonios
fundido con la ironía
un chico menos un padre
un tipo sin sueños
un ermitaño
un hobbit
un hombre hambriento
acorralado, encarcelado, golpeado
un hombre temeroso
un alma perdida
plagada de personalidades
una nada viviente
humillado pero testarudo
un hombre despreocupado
un caminante, un bailarín, un corredor
un hombre impaciente
una víctima sin piedad
un hombre religioso
un cantante de corazón
un indigno hombre etiquetado hombre
enterrado vivo
un neanderthal
un androide
un hombre metafórico
un hombre discapacitado
un hombre violento
un dictador en guerra contra la sabiduría
un hombre condenado a la victoria

De: Robert Boates. El otro mundo. Toronto: Seraphim Editions. 1998.


El otro mundo

Son las secuelas
del abuso infantil
una herida severa en la cabeza
el amor es destrucción
sollozar los lagrimales hasta vaciarlos
arrepentimiento y odio
vivir muerto
es el abandono
dormir en una cama
antes compartida
son sueños recurrentes
de una esposa viuda por la distancia
contando los meses
no sabiendo los días de la semana
viendo las estaciones llegar e irse
nunca ver a los chicos
es un perro (1) loco
que tiene que ser puesto a dormir
es un teléfono en estado latente
y mormones en la puerta
es vivir de la pensión
de Bienestar y Discapacidad
fumar tabaco de vuelta
es Tegratal para los espasmos
y Prozac para la depresión
esperar a la ley
volver a rezar
mantener promesas con Dios
y con Geraldine
es no preguntar más
por verse
no es quizá algún día
es dejarla irse

(1) En el texto original dice “Keeshond”, una raza de perros alemanes muy peludos poco conocida por estas latitudes.

De: Robert Boates.  El otro mundo. Toronto: Seraphim Editions. 1998.

 

Hasta que la muerte nos separe

Cuando salí
de mi coma
un holograma
de su marido,
no pude encontrarla
aunque reaprendí
su nombre

Tampoco ella podía
alcanzarme,
porque parte de ella
había caído
desde esas escaleras
contra ese concreto,
una dimensión de la que nadie
vuelve
entero

De: Robert Boates. El otro mundo. Toronto: Seraphim Editions. 1998.


En el General (2)


Creí que la había perdido
y lloré todo el día, atado
a una silla de ruedas, mirando
a la pared. Nadie trató
de convencerme de lo contrario
No podía entender quién
era yo o qué había pasado

Cuando Geraldine llegó
estaba furiosa
por mi sufrimiento
y se descargó
con el personal.
"La gente como él
no distingue la realidad"
le respondieron.

Nana falleció en este
mismo hospital. Se me apareció
durante el coma para decirme
que no era mi hora.

Vivir solo
dos años más tarde:
la familia necesita un respiro

Perdí más que la movilidad:
nuestros hijos, nuestra casa, mi trabajo
hasta el perro.
Todo, incluso
mi miedo a ser parido.

(2) Se refiere al Toronto General Hospital, donde Boates estuvo en coma por un mes.

De: Robert Boates. The afterlife. Toronto: Seraphim Editions. 1998.