21.2.15

Marginalia, por Fernando Bonfiglio



Sobre Las letras de rock en Argentina. De la Caída de la dictadura a la crisis de la democracia (1983-2001), de Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli



Una certeza posible: Haroldo de Campos: todo libro es un libro de ensayo. Prueba e inscripción. Todo libro ensaya un libro, reflexiona sobre sus presupuestos de escritura. Se sitúa; posee un cariz interventivo. Contra la clasificación meramente mercantilista que opera lo que se ha llamado sociodismo, en este caso. Una operación atenta al significante: entre la letra impresa y la adición de significado que imprime el grano de la voz. Ojos, visión; y escucha atenta. Cito: “‘La balsa’, en la voz cascada y ronca de Charly, es un pasaporte a la locura y no una invocación a cortar amarras con lo establecido para expandir la mente y los sentidos, partir ‘hacia la locura’ abandona el sentido primigenio conformado por la jerga inicial e iniciática sesentista”, se lee en el libro. Así, creo, Las letras de rock en Argentina  se volverá fundación de un campo de estudio, bibliografía para doctos súper doctos. Eventualmente, por algunos pocos felices, se valorará la creación de un novedoso objeto literario: el de las letras que nos convocan. Se hablará de lo que nos reúne cuando nos dispersa, o de lo que los dispersa, cuando con su voz habitan un estar dentro, aunque críticamente, de la academia. De la constitución de un aparato de lectura se hará mención; y de la marginalidad como nota. De su ser –fuera de la tele y colectivamente- marginales –lo que constituye una elección táctica, enunciativa, en el libro- y de su estar situados en ahí,  acá, también aquí, sin arrogarse representación alguna. Dicho esto, sin embargo, quiero leer, hoy, porque puedo, otra “cosa”. Lo que tras, mediante o delante de los significantes dispuestos página tras página es inscripción de una intensidad, adscripción vital de esas notas que constituyen todo misterio, lo alguna vez deseado. Por eso, señalo: he leído la palabra dolor en este libro. Más de una vez. Asistí también a una doble pasión: eso que nunca se sabe y que nos vuelve un poco extraños a nosotros mismos. Lo que se intuye a la vez que se ignora: ¡la musiquita! Sentir-pensar: arcano rítmico que constituye un cuerpo a cuerpo sobre la sintaxis. Trabajo sobre la grafía. Insistencia siempre diferente de lo que se dice de propio cuando se analiza lo otro; la producción cultural, letrística, de otro.

Palabras para horadar la hoja. Cito: “Como en el caso de lo teatral el cuerpo es el que establece el espacio que sin él es ausencia de un uso, la huella de un remanente, de un resto, descartado, dejado por la reunión”. Cierta preferencia verbal y léxica. El lenguaje propio, en algunos vocablos, para plasmar lo que se evalúa del mundo. La pasión crítica y la marca de estilo. El estilete. De Oscar Blanco y de Emiliano Scaricaciottoli cuentistas, que, por la distancia temporal – lo diacrónico del trabajo – montan granito por granito sus símbolos para urdir bellas, conmovedoras mentiras útiles, bajo las cuales yo, más que inferir una lógica explicativa, percibo su enseñanza, su valor, su valentía. Cito:

"Virus, a partir de su figura preponderante, Federico Moura, en despedida, entrega un legado, el testimonio de sí mismo, la dramática lucidez de un final de juego; dramática en la medida que está amasada de cierta resignación (…), pero consciente de haber impuesto un camino necesario y expandido un mandato, en principio para sí mismo (…), Legado y mandato que no admiten un uso o una coartada para moralistas, apropiación mediocre que señalen las recomendaciones de la indicación del síntoma de un peligro, porque pese a todo se dice ‘I’m a lucky man’, se pudo dar vuelta la página siniestra del horror de aquellos tiempos gozando en el intersticio del hoy nuevos placeres que implican el castigo ‘por un nuevo dolor’; las políticas del desenfreno tienen un precio, y empiezan a encontrar un límite, como todo; pero el legado y el mandato de Virus establece que el desenfreno no involucra más riesgo que el vivir, en el fondo el albur de la propia ausencia que inicia el camino del recuerdo; y para conjurar la integración que implica el límite, el techo, de esa, de cualquier política, la movilidad como antídoto."

Señales de un ritmo insistente, apenas, que volcado al plano significante se torna densidad, torsión para dar cuenta de la complejidad de su pensamiento volcado sensiblemente hacia la forma. Cito: “La resistencia de una utopía o la utopía como resistencia –o la resistencia de la utopía-, resistencia a abandonar la utopía y mirar lo que pasa sentado en un sillón frente al televisor”. Esos, esos son otros Oscar y Emiliano y no, narradores-poetas que para construir su objeto seleccionan epígrafes y citas siempre atentos a la magnitud de una intensidad lingüística. Que de Sumo individualizan y traducen los siguientes versos: “Qué buenos tiempos / qué hermosos tiempos / qué buenos tiempos / pero qué soledad”. Y que de Virus mencionan los siguientes, fatales, vitalistas: “Las cosas se alejan de mí / y yo debo seguir soñando”. Una narración entre el placer cultural, por lo tanto, y el goce volcado sobre el significante, cuando se pronuncia lúdicamente lo que incomoda. Articulación de una doble potencia discursiva entre lo desterritorializante y su opuesto, en algunos momentos, según una función evaluativa nunca ausente. Dominio retórico de una discursividad expresamente volcada a la valoración política que insistentemente convoca la elección de la antítesis para ser formulada: “Si el rock nacional se presentaba como una experiencia autónoma de las demás propuesta políticas y sociales de la época, afirmando su propia concepción de vida y comportamiento, una contracultura; las tribus urbanas del rock vienen a romper ese espacio de autonomía. No se está separado de lo político y lo social, se está hundido”. Narración rítmica entonces: exhibida en el manejo de la velocidad y de la pausa. Cito:

"Los himnos de Nevermind a la guerra del golfo, tienen su traducción argenta en respuesta a la naturalización del desempleo, las represiones del mercado, el boom consumidor del menemato, la potenciación de cibertecnologías y una intensificación del culto democrático burgués al programa de la propiedad privada: la era del electrodoméstico, trofeo de guerra en la televisión patria que regalaba por aciertos; era del azar, del juego, de los viajes, desregularización, convertibilidad, flexibilidad, megacanje, déficit cero, corralito… Stop."

Composición de comunidad que se escande en una construcción a dos intérpretes. Como los duetos de piano que mencionan o como un back to back en el marco de la música electrónica. No pinta quien tiene ganas, sino quien sabe pintar. El libro exhibe la autoridad, siempre contundente, del saber.


Palabras leídas el día 22 de noviembre de 2014 en el marco de la presentación del libro en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.


15.2.15

Dylan en el desierto, por Marco Castagna




Tus padres, tus inclinaciones sexuales, el miedo, el aburrimiento. La paranoia, el desvelo, un sueño o una oportunidad y su brillo incómodo. Creo que son nueve.



Se puede falsificar todo menos el dolor, lo único verdadero y el único motivo verdadero de la falsificación.



Hace frío y estamos juntos en una plaza tomando té caliente que preparaste, apoyamos los vasos de plástico en una mesa ajedrezada. Tenés miedo que el plástico se derrita con el calor, meditás un poco, dudás. Yo te miro servir el té y esperar. Nos quedamos callados largo rato, tomamos pequeños sorbos tímidos, sólo eso. Después sacás un libro de arte y me hablás de no sé quién y de Toulouse-Lautrec.



Algunas noches los hombres abandonan sus cuartos dejándolos vacíos. Teléfonos que no funcionan, heladeras sin comida y emociones pudriéndose adentro con un olor de animal muerto. Algunas noches los hombres abandonan la soledad de sus cuartos.



Tus ganas de tirarte el I Ching, una película de ciencia ficción, las horas muertas, la promesa de un bonsái, un puente viejo y un perro amarillo.



Paso la aspiradora por la alfombra demasiado sucia, hace como seis meses que no lo hago. Paso la aspiradora y pienso en dos manchas que están pegadas, adheridas a la alfombra. Las dos son mías o de la época en la que el departamento me perteneció. Trato de recordar cuándo se hicieron esas manchas, hace cuánto que están ahí. La primera es una mancha de café y tiene aspecto de isla o de zona erógena monstruosa. La segunda mancha es más oscura y tiene aspecto de una figura que corre y es alcanzada por un disparo que la hace estallar. Las dos manchas clavadas en el piso como figuras de un test de rorschard, una de las pocas cosas que dejo al  irme.



Simple descarga de semen sobre la computadora. Tiempo perdido, todo queda en eso. Personas presentándose de la peor manera.



Un gato gotea los techos con pasos suaves y una mirada verde río mezclada con mar. Desde la ventana pienso en todos esos barcos que se estrellan en la noche. A esta hora, algunas personas bajan las persianas.



Me salteo las noches iguales y duermo en los recreos. En sueños te veo jugar al tenis contra un palacio rojo, sonreís al verme. Estás más linda, te digo. Hubieras llamado, me decís. Te cambio la pelota de tenis por una naranja y empiezo a comerme con asco la pelotita. Te respondo que lo intenté pero necesitaba hacer el viaje.



Tomado de: Marco Castagna. Dylan en el desierto, Ascasubi ediciones, 2014.

9.2.15

Cuatro poemas de Robert Boates


For Canada’s sake

Traducción, introducción y notas por Camilo Sce

Robert Boates es un poeta canadiense, moderadamente conocido en su país y completamente desconocido fuera de su país. En el año 1989, a los treinta y cinco años, es internado con daño cerebral en un hospital en el que pasará los próximos años.
Durante los primeros años posteriores a su “accidente”, como resultado de una lesión en el lóbulo temporal izquierdo, no podía leer en lo absoluto, escribía con dificultad y tenía problemas para entender quién era. Algunos de los poemas que escribió durante su rehabilitación (lo que llama su “segunda vida”) le tomaron años de escritura, dificultado como estaba por la lesión cerebral y el dilantin, una droga que le recetaban para las convulsiones.
En su escritura se lee la persistencia no voluntaria de alguien que vivió contra todas las expectativas. La frustración no explota, y poco a poco se convierte en aceptación. Volver a la vida como una ironía: una vida doblemente difícil.

A.S.: Cómo fue que sufriste una lesion en la cabeza?
R.B.: Tuve mi accidente el día que descubrí que había sido abusado sexualmente cuando era un chico. 
A.S.: Qué edad tenías cuando lo descubriste? 
R.B.: Treinta y cuatro. El subconciente nunca olvida. Un psiquiatra me dio un suero de la verdad que trajo de vuelta parte de esos recuerdos. Estaba en estado de pánico y más tarde ese mismo día, fui a un bar local, tomé demasiado y me caí por la baranda de una escalera (illegal) camino al baño, cayendo directamente con la cabeza sobre el suelo de concreto… 
Entrevista a Robert Boates por Arthur Stewart

Realización

Soy un hombre diferente
uno que murió
y revivió
un niño hombre
perseguido por la infancia
un superviviente
un hombre esquelético
lleno de ira
uno con poca decisión
luchando con demonios
fundido con la ironía
un chico menos un padre
un tipo sin sueños
un ermitaño
un hobbit
un hombre hambriento
acorralado, encarcelado, golpeado
un hombre temeroso
un alma perdida
plagada de personalidades
una nada viviente
humillado pero testarudo
un hombre despreocupado
un caminante, un bailarín, un corredor
un hombre impaciente
una víctima sin piedad
un hombre religioso
un cantante de corazón
un indigno hombre etiquetado hombre
enterrado vivo
un neanderthal
un androide
un hombre metafórico
un hombre discapacitado
un hombre violento
un dictador en guerra contra la sabiduría
un hombre condenado a la victoria

De: Robert Boates. El otro mundo. Toronto: Seraphim Editions. 1998.


El otro mundo

Son las secuelas
del abuso infantil
una herida severa en la cabeza
el amor es destrucción
sollozar los lagrimales hasta vaciarlos
arrepentimiento y odio
vivir muerto
es el abandono
dormir en una cama
antes compartida
son sueños recurrentes
de una esposa viuda por la distancia
contando los meses
no sabiendo los días de la semana
viendo las estaciones llegar e irse
nunca ver a los chicos
es un perro (1) loco
que tiene que ser puesto a dormir
es un teléfono en estado latente
y mormones en la puerta
es vivir de la pensión
de Bienestar y Discapacidad
fumar tabaco de vuelta
es Tegratal para los espasmos
y Prozac para la depresión
esperar a la ley
volver a rezar
mantener promesas con Dios
y con Geraldine
es no preguntar más
por verse
no es quizá algún día
es dejarla irse

(1) En el texto original dice “Keeshond”, una raza de perros alemanes muy peludos poco conocida por estas latitudes.

De: Robert Boates.  El otro mundo. Toronto: Seraphim Editions. 1998.

 

Hasta que la muerte nos separe

Cuando salí
de mi coma
un holograma
de su marido,
no pude encontrarla
aunque reaprendí
su nombre

Tampoco ella podía
alcanzarme,
porque parte de ella
había caído
desde esas escaleras
contra ese concreto,
una dimensión de la que nadie
vuelve
entero

De: Robert Boates. El otro mundo. Toronto: Seraphim Editions. 1998.


En el General (2)


Creí que la había perdido
y lloré todo el día, atado
a una silla de ruedas, mirando
a la pared. Nadie trató
de convencerme de lo contrario
No podía entender quién
era yo o qué había pasado

Cuando Geraldine llegó
estaba furiosa
por mi sufrimiento
y se descargó
con el personal.
"La gente como él
no distingue la realidad"
le respondieron.

Nana falleció en este
mismo hospital. Se me apareció
durante el coma para decirme
que no era mi hora.

Vivir solo
dos años más tarde:
la familia necesita un respiro

Perdí más que la movilidad:
nuestros hijos, nuestra casa, mi trabajo
hasta el perro.
Todo, incluso
mi miedo a ser parido.

(2) Se refiere al Toronto General Hospital, donde Boates estuvo en coma por un mes.

De: Robert Boates. The afterlife. Toronto: Seraphim Editions. 1998.

4.2.15

Cuestionario Marcel Proust a... Guillermo Iuso






¿Cuál es el colmo de la miseria?
Ser un resentido.

¿Qué virtud valora más en las personas?
La parte emocional.

¿Qué es lo que más le gusta hacer?
Besar.

¿Dónde querría usted vivir?
En las afueras de Bariloche con bosque y vista al lago, en Río de Janeiro con vista a la lagoa y en Buenos Aires donde vivo cerca de mis amigos.

¿Su pintor favorito?
Roberto Aizenberg.

¿Su músico favorito?
Iggy Pop.

¿Su cualidad preferida de las mujeres?
La dulzura, la inteligencia y la belleza.

¿Su virtud preferida?
Ser goleador y jugar bien al ping pong.

¿Cuál es su ocupación preferida?
Ser un artista plástico que escribe.

¿El rasgo principal de su carácter?
El entusiasmo y el miedo.

¿Su sueño de felicidad?
Viajar con mi mujer por todos lados.

¿Cuál sería su mayor desgracia?
Perder el entusiasmo por ser artista.

¿Su principal defecto?
Perseguirme.

¿Eso que querría ser?
Goleador de Boca.

¿El color que prefiere?
Entre el verde, el azul y el violeta.

¿La flor que más le gusta?
Floripondio.

¿El ave que prefiere?
El cóndor.

¿Qué cosas detesta por encima de todo?
La injusticia.

¿Personajes históricos que más desprecia?
La junta militar de 1976 y sus secuaces.

¿El don de la naturaleza que quisiera tener?
El azar de la selva.

¿Estado presente de su espíritu?
Lindo.

¿Cuál es su frase preferida?
Lo contrario al trabajo no es el ocio sino la reflexión.

1.2.15

Espejismos del saber absoluto, por Leandro Ribot


Una lectura de Viento agrio 

«La formule : "L'idéologie est l'idée de mon adversaire" serait une des moins mauvaises définitions de l'idéologie.»
Raymond Aron, Recherches philosophiques


Sobre el final de  Estado y ficción (Paradiso, 2001), Luis Thonis afirma que la novela de Alberdi, Peregrinación de Luz del Día, prueba que: “las relaciones entre literatura y política nunca estarán dadas de una vez y para siempre y acaso su separación extrema es producto de una tradición que hemos perdido.” Es posible que Thonis escriba para unir esas series o que lo haga desde esa tradición perdida o en vías de extinción. Viento agrio (Leviatán, 2014), su última novela, propone un cruce entre literatura y política, sumándose a una serie de textos en los que el autor evoca al siglo XIX, o bien delirando un manual de historia argentina al desarmar una trama y componer una sátira política que ridiculiza toda noción de caudillismo, o como si estuviera a la busca del rastro de los efectos de los totalitarismos y sus cegueras colectivas. Quizás porque “una tiranía no es un hombre sino una época”, como dice el narrador de Viento agrio, novela que recupera y revive, por la fuerza del idioma, las aporías de un tiempo perdido.

“Toda nuestra historia se me aparece como una obra dramática donde desde 1810 sus protagonistas giran con el objetivo anhelado de darse una ley fundamental, una constitución y una vez que lo logran hay otras tantas luchas entre los que dicen respetarla y los que pugnan por vulnerar la interdicción del uso de las facultades extraordinarias que las justifican con el federalismo, las garantías individuales y el derecho de asociación.” (Viento agrio)

Un tembladeral de visiones históricas e intrigas políticas se mezcla en la novela mientras se evocan problemas cívicos y se trama una pesquiza sobre la federalización de la aduana, entre otros devaneos. El tesoro de la lengua que evoca Thonis presupone, por otra parte, el tejido de la pasión entre los hombres de una época pretérita. Su relato no se ve vulnerado por las cronologías, las fechas van y vienen. Abunda en anacronías inseparables a un enorme saber histórico que desfila por las página del libro. El conocimiento hiperbólico de la historia contemporánea hace de su protagonista un monstruo sin perspectivas de su propio saber. “Después de Pavón me fui alejando de la política”, dice este personaje que se abisma en “la oscura trama que tejía la historia argentina donde uno no sabe bien por qué y contra quién está peleando.” Lot con Gualicho, Mariano Moreno con Spinoza, Lamartine con Ascasubi y, de Rosas a Simón Radowitsky, la historia argentina desde una visión retrospectiva, mezcla de memoria política y militar, escrita por un opulento exponente de la generación del 80, retirado desde París. Su historia es el escenario de fondo que coincide con los años de configuración y deformación del país. Ráfagas de relato en una yuxtaposición desaforada que superpone un fresco de época y una remembranza histórica.

Ya en el apartado “Fábulas vedadas” de Cuerpos inéditos (Grupo Editor Latinoamericano, 1995), Thonis propuso una sutil alegoría con un trasfondo histórico en la que volvió visible hiatos literarios acompañados de cronología para recrear el teatro de los indios. “Cuando los religiosos salieron con los indios en busca de campos descubrieron la encerrona: todos eran parte de un mapa concebido por los portugueses y concedido a éstos, para quienes los aborígenes no pertenecían al género humano. La cantidad de indios se aproximaba a cien mil. Con la cría de ganado esa región florecía. No se hizo caso al argumento jesuita de que los indios antes de caer en manos de los portuguses preferían refugiarse en las selvas, lejos de los blancos.” (“La colonia y los incendios”, Cuerpos inéditos).

Viento agrio insiste en darle voz a esos actores cuyo relato fue traducido y vulnerado por sus dominadores. “El indio era una figura de la muerte que hablaba otra lengua pero también alguien que nos evitaba ver la sombra que cabalgaba desde nosotros hacia nosotros y que no podía traducir lenguaraz alguno. (…) La bula papal de Pablo III de junio de 1527 reconocía que los indios eran seres humanos y capaces de comprender la fe católica. Pero en algunos lugares, como en las minas del Perú, se los trató peor que a las bestias. (…) En la época colonial, que algunos hispanistas del nuevo siglo añoran, los curas manejaban los bienes de los aborígenes, incluso, contrariando la ley, vendían como esclavo al mismo que habían expropiado. Se les inculcaba nuestras creencias pero ni siquiera tenían derecho a la propiedad de su cuerpo.” (Viento agrio)

“La colonia y los incendios”, los fragmentos de Estado y ficción en los que recrea la época colonial y Viento agrio, una saga de textos que insisten sobre la mirada del indio y el siglo XIX argentino.  Thonis, con su deslumbrante inteligencia dedicada a la mezcla, deja al descubierto una operación en el campo literario, el tráfico de ideologías en su literatura, la insistencia en unos temas recurrentes, una astucia y un estilo sobre el blanco de la hoja que confunden al lector en el espejismo de un saber absoluto. Siempre en tensión con el ensayo y la ficción paranoica, cruce enloquecido entre lo teológico, lo filosófico y lo político. Viento agrio es un tratado narrado para reflexionar sobre la literatura gauchesca, sobre los indios y las representaciones del odio, del otro y de la violencia, sobre la evolución de las armas de fuego en las guerras patrias, las luchas partidarias y ese libro llamado Constitución de la Nación Argentina.