6.6.14

Otros tres poemas, por Nicolás Moguilevsky







Un período tenso,

una zona sensible,

posesión de drogas

y adicción a las mismas.

Teniendo relaciones

con una prostituta

mientras su esposa

estaba embarazada,

además de un escándalo

cuando una secretaria

de la Federación

confesó estar teniendo

relaciones con él

y con el Presidente.

Protagonista

de un accidente

de tránsito

en el que murieron

dos personas.

Manejando

en estado de embriaguez,

se le condenó

por homicidio culposo,

aunque le concedieron

la libertad condicional.

Agresión a periodistas,

acusación de no reconocer

dos paternidades,

evasión de impuestos

en España,

golpes a una desconocida

en Polinesia

y un delito

de lesiones corporales.

Se atrevió

a sacar un arma

en una reunión

delante de sus socios.

Estuvo en la cárcel

en Brasil

tras verse involucrado

en el tráfico

de estupefacientes.

Amigo

de un narcotraficante

a quien visitó

en la cárcel.

Estuvo implicado

en un caso

de intervención

en un secuestro.

En un aeropuerto,

le dio un golpe

a un empleado

y dio positivo en un examen

que la empresa exigía

por consumo de cocaína.

Alguna vez expresó

en una cena de trabajo

que “la vida es

sólo la actividad

del carbono

y una mezcla

de moléculas;

vivimos un tiempo

y después nos pudrimos

bajo tierra”.

No obstante la muerte

como hecho real,

según él, el concepto

de “morir” solo existe

para los humanos

porque humanos

anteriores

“nos han enseñado

a creer que morimos”.

Lejos, muy lejos,

los pobladores

del departamento

de Federación,

en la provincia

de Entre Ríos,

Argentina,

se encuentran

conmocionados

por la repentina aparición

de una imagen mística,

a la que los fieles identifican

como la milagrosa

representación

de la Virgen María,

sobre el tronco

de una palmera

situada en pleno centro

de la ciudad.

Casi Inmediatamente,

transeúntes y trabajadores

de la zona

comienzan a agolparse

frente a la palmera,

algunos por curiosidad

y otros tantos

invadidos

de un irrefrenable

fervor religioso.

En una peluquería

en esa misma ciudad,

sin saber que esa aparición

era un hecho concreto

a esa hora,

a dieciséis cuadras

de donde espera

para hacerse

un baño de crema,

una mujer señala

una foto:

“Ay amiga,

¡que tiempos aquellos!”

Dejando a un lado

un par de muletas,

otra mujer le contesta:

“Jamas volverán,

estaba festejando

un cumpleaños

en Buenos Aires,

invitada toda la familia,

mamá, mi hermano,

mi cuñada, mi peor es nada,

y una pareja de amigos

en común,

con el cliente

que pegó el tarjetazo.

Era Don Juan,

un restaurante en Recoleta,

que en ese momento

era lo máximo

para reír y disfrutar.”


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Las largas velas de la noche

arderán, arderán

hasta que ya no lo hagan.

En ese momento

se reflejará una luz

sobre el tibio ventanal

y en la demanda

de nuevos servicios,

nuevos argumentos,

aparecerá una imagen fija

que borrará sensaciones

ya vividas, resistencias.

Entones arderá otra cosa:

la aparición y el sentido

de esa aparición

sobrevolando campos,

calles y secciones

de una ciudad desconocida.

Arderá todo alguna vez,

y en ese ardor,

varios monstruos buscarán reir,

bajo lágrimas de cuero y cera,

en camastros desechos

y ropas desplegadas,

en el espacio que buscó

un ciudadano cansado,

harto de su tiempo

e incómodo en lugares

que aparecían en su mente

como pasillos oscuros,

ansiedades antiguas,

medievales, modernas,  

o completamente actuales.

Es ese preciso accionar

(el de un cuerpo sistemático

que se ha aplicado a la tarea

de dar aviso a su organismo)

el que aplauden los técnicos

cuando salen a almorzar

enfundados en camperas amplias,

a causa de los vientos

y las amplitudes térmicas

que se recortan en la tarde.

Bajo las excavaciones,

y en el lugar exacto

donde surgen los productos

de inversiones millonarias,

de refuerzos laborales,

bullen, extáticos,

amplios, decisivos

los hidrocarburos

del cerebro de un cliente

y la música que causan

en su sistema nervioso central,

para suponer entonces

que todo lo que arde,

todo lo que suena

es el sonido de su puerta,

el mecanismo

que activará su decisión.


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Para consultar la información

completa de una sesión,

vea el evento. ¿Habrán

entendido los técnicos

el sentido, el sonido

del evento de información,

de un documento redactado

en silencio, a solas

sobre una tenue luz

de conectividad inalámbrica?

 

En un descifrado 

de unidifusión correcto

descansa un descifrado 

de multidifusión.

A partir de un error 

descifrado de unidifusión,

se desata un error 

descifrado de multidifusión.

 

Hay una recepción correcta,

Y un error en recepción,

Hay una transmisión correcta,

O un error en transmisión.

 

¿Cuál es el reintento 

de transmisión,

los varios reintentos 

de transmisión?

Al fin sabrán:

Se superó la duración 

máxima de transmisión,

se cumplió el error 

de transmisión

el historial 

de movilidad.

 

Hay una clase, una clase auxiliar:

se configura en los detalles

del publicador, se enrosca,

cae, se subvierte en tramos.

Se avisa de un error fatal,

se está diagnosticando

la información

sobre la conexión

y se imagina un mundo,

un tipo de interfaz:

redes preferidas,

canciones escuchadas,

otros registros.

 

Inicializar estado: correcto.

Rastros y una expresión.

Hay otra clase, obrera

que intenta respirar.

Un problema planteado

debería brindar una solución,

invitar, ofrecer, exhibir.

Una configuración automática,

¿se programaría en otro detalle,

esta vez de detección?

¿Es posible que exista un registro

de diagnósticos de red

que pueda conmover?

Puntos de acceso,

Horizontes de unidad.