8.7.13

Medios días, por Lucas Gunski





Pude levantarme temprano. Cuando no salgo a patear las calles a la noche me despierto pensando en que no hice nada ayer. La noche estuvo intelectualoide. Intentamos con una pareja de brasileros sacarle la ficha al Sudoku. Quisimos diseñar uno, puedo decir que transpiramos bastante pero no llegamos a nada. Ya rendidos saqué mi ajedrez. Salió un uno a uno con ese chico de S. Pablo. Está bastante loquito, loco lindo y charlatán. Su compañera había estado preocupada en la cena porque él había salido a las 10 am al semáforo y no volvía. Están ilegales. Entre los dos lo esperamos sin hablar mucho y fumando todo. Nunca vi una mujer que fume tanto. Cuando volvió Julio, ella estaba muy pálida, blanquísima. Él la retó por haber comido nada y fumado tanto. Ella vio que él estaba con los ojos dilatadísimos, y medio rabioso, así que los dos se reconciliaron con la honestidad de sus rostros. Una brasilera pálida es como ver una momia en sunga, pero triste. Me voy en unas horas a encontrar con los amigos, Lechu y Franco. Muchas cosas nuevas estos días. Vamos a por lo viejo y bueno. Me sorprenden mis pocos encuentros con el alcohol estos días. Solo una noche de Alcohol y Tiki. Me quedé toda la noche recostado en la barra del bar junto a unos locales, viendo bailar a los demás turistas y exigiendo tragos más fuertes. Al principio me miraban con cuidado pero cuando vieron que me sabía parte del cancionero popular se puso mejor. Cuando me ofrecieron pijcheo se detuvieron a ver si lo hacía del modo correcto y como no era mi primera vez se empezó a ir todo un poco al carajo. Me giraban cervezas, tragos durísimos, medidas de algo que no supe qué era, como gelatina y más y más. Acá se toma mucho, a todas horas hay hombres y mujeres destruidos. La mayoría son petisos pero grandotes, robustos. Se tambalean por los empedrados que deben estar tan rotos por sus caídas. Volví a las 12 del mediodía a casa y me miraban raro pero más bien curiosos. ¿Qué habrás hecho?,  me preguntaban. A la tarde salimos a pasear  y en un pequeño puesto de libros vi un título Borracho estaba pero me acuerdo y del mismo autor Alcolatum and other drinks. Cambié esos dos por un Kundera que se ponía muy denso. Me explicaron que hace un tiempo se empezaron a pedir estos libros para las aulas de escuela secundaria. Son relatos autobiográficos de un paceño que dejó la casa a los 12 años después de robarle 1200 a su madre. Hoy es un diccionario de la calle paceña, todos los bares no recomendados y muchas noches frías en el alma.

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Hecho medio guasca, cuánta resaca, estoy cansado de levantarme sin recuerdos, ¿cómo puede el alcohol borrar la memoria? Es de no creer, nulo, cero, ningún recuerdo. Sí la seguridad, o casi seguridad de que me puedo cuidar solo en cualquier estado. Y si me quedo en la calle tirado no me va a pasar nada (ahí dormí ayer un buen rato). Eso por lo menos hay que escribirlo. Pienso en Kerouac, creo que me mira y en mi cabeza conoce a Sbarra y simpatizan, aparece Charles y apuran el trago. Qué hermosas mujeres vi hoy, charlamos y sé que me las tenía que haber  traído al colchón, ellas querían, ¿no? Quedamos en que seguro nos cruzábamos de noche, lástima que no pienso salir de la habitación. Voy confirmando lo bien que me sientan los cuartos de hotel. ¿Por qué no me traje una bolsita de la paz? ¿Por qué me duele tanto el cerebro? Tuve que parar de escribir para abrir a los de migración que hoy ya me agarraron.

Suerte cuando llega la paz, me suena estúpido decir llega la paz estando en La paz. Nada. Duermo. Debo un par de días y no me quiero ir sin pagar, el lugar está lindo, mucha gente pero mucho espacio. Me doy cuenta que le entraría a la que limpia la habitación. De las que trabajan acá creo que es la más callada. La que tiene la cara de más hinchada las pelotas. Forsejea con la puerta, se mueve rápido, no la miro casi por lástima porque parece que la reto cada vez que la miro. En  una pieza con 7 camas casi todos los días entran a cambiar sábanas, aparte de la billetera que hace unos 2 días le robaron al que duerme en la cama de mi derecha, también otras cosas se robaron en estos días o al menos tuvieron desapariciones sospechosas. El pibe al que le robaron la billetera dice que no sospecha de las personas que trabajan en el lugar, pero que sí sospecha de algunas personas. Me parece inteligente y práctico que no me diga de quién sospecha, pero me da curiosidad saber. Policiales en hostels con víctimas que son los detectives. La altura que tiene la terraza da una hermosa vista de la ciudad. Lo suficientemente alto como para morir al caer. Me encantaría morir cayendo de algo alto pero no de esto al menos ahora. Acá llega al que le robaron, yo creo que sigue preocupado, que hasta sospecha de mí. Capaz no, ese día me fui antes de que le roben, estoy casi seguro y es guiándome por lo que él me dijo. Pero en este policial los testigos son de escasa credibilidad. La mayoría sino todos están bastante colos.

Salir a trabajar, salir a malabarear. Me da fiaca. Escribir más y andar a lo Arlt vendiendo en la barra del bar. Me tengo que ir de acá y ahorrar unos pesos para la  cerveza. Sumando una botella de vino las cosas pueden ir mejor. Me suele funcionar.

Secuencias: Conozco a Rodrigo. Es paceño, tiene creo que 28 pirulos y más cicatrices que tabla de picar. Nació en Lima, Perú. En una cárcel de Lima Perú, donde estaba y sigue estando su mamá. De ahí pasó derechito a una incubadora del hospital porque pescó sarampión interno o algo así. Ahora tiene un cuartucho en La Paz, adonde lo vamos a buscar para pescar unas droguitas. Llegamos a un telecentro, compramos 250Bs en tarjetas de teléfonos, llamamos al viejo y le pasamos los códigos. El viejo nos atiende desde alguna celda de la cárcel de San Pedro, acá en LP, Rodri también la conoce bien a esa, estuvo metido 3 años. Nos dicen que tenemos que aguantar una hora, Rodri paga el teléfono y deja el cambio a la chola. Nos invita a un trago para correr el tiempo. Charlamos de comidas peruanas, del fútbol argentino y brasuca, relata alguna de las historias que dejaron cicatrices. Después saca un Spiderman del bolsillo, cuenta que es para su changuito. Rodri quiere que este empiece jugando en el Bolívar, después que pase  a Boca y que la termine rompiendo en el Barsa. Se le escapan unas lágrimas, se sonroja y seca de un trago el vaso. Es la hora, damos mil vueltas para encontrar un teléfono y nada hasta que una parejita nos presta un celular. Rodri llama y empieza a caminar para la esquina dispuesto a hacerse con el teléfono, yo le digo que no se zarpe, no sé por qué se lo digo. Él me mira feo, me dice que esa es su ciudad y que él es así. Yo entiendo pero es que me cayó bien la parejita, sobre todo el hermanito menor del chico que cuando le dijimos que éramos del Bolívar y no del Strongest, como él, se paró de manos y dijo "Vengan nomás, uno por uno, a conocer el poder del tigre". Enseguida llegan los demás y Rodri devuelve el celular, se enoja y me culpa pero después se le pasa.
Después de una larga espera llegamos a la esquina de la cárcel. Abrimos una bolsa con comida podrida, 2 bolsitas de faso y 1 de merca: Mucho menos de lo que pedimos. Rodri estalla de la bronca y además se notaba que  ya le estaban subiendo las pastas.
Nos pide perdón como un niño, lamento boliviano, y nosotros desconfiamos. Ya no queremos saber de nada y nos vamos. Quedamos en vernos al día siguiente en su casa.

Llegamos a la hora pactada y para nuestro asombro Rodri nos esperaba. Sale con una bolsa que tiene abrigos y unas zapas, se las deja a su viejo. Nos dice que en 5 minutos nos mandan lo que falta. Nos sentamos enfrente a la cárcel, Rodri observa que por suerte el cana que vigila desde su alto refugio chumbo en mano está de espalda. Pum, se escucha que cae algo. Bolsa negra, papas, cáscaras, 2 porros y poca merca.
Rodri se encabrona, que su propio padre lo caga que él se caga en su padre que perdón que vendió un celu  a mil pe y que por la noche nos invita a gastarlos que él no es así que nosotros le caemos bien. Nos vamos y faltamos a la cita de la noche.