26.6.13

Luis Luchi: un retrato, por Jorge Quiroga






De  Luchi lo que más me queda es el tono de su voz, su forma irónica, a veces tierna y otras veces de  enojo, que no deseaba contener, sobre todo cuando imprecaba a  viejos amigos de acuerdo a su moral intransigente y justa.
Siempre  andaba con Guillermo Cantore,  su  compinche, en andanzas y  fechorías menores, por la ciudad. Los  dos  se pusieron en confabulación una noche, ubicados en el fondo de  un estrecho y alargado salón, interrumpiendo a un buen tipo, un conocido escritor, que les tuvo mucha paciencia, hasta que cansado, abandonó la conferencia, para emprender  al dúo a  trompazos, ellos como inveterados secuaces, se refugiaron  entre los brazos extendidos y los cuerpos de la gente que trató de evitar el choque.
Siendo yo un adolescente, no sé cómo conocí a Luchi,  y lo visité en unos monoblocs donde vivía con Irene, su mujer, y sus hijos, el sol pegaba fuerte sobre la biblioteca, y sobre una mesita donde había una pila de libros, casi todos de  poesía. “Es lo que Luchi  está leyendo ahora”, me dijo Irene, quien lo adoraba y soportaba estoicamente todo.
Sus aventuras eran las de un hombre-niño, solitario y triste, un bebedor insaciable.
Con  Luchi no se podía discutir, porque él siempre tenía razón, su cabeza calva, su pelo rojizo, sus bigotes espesos le  daban el aspecto de alguien que había vivido mucho, y su traje  arrugado y desprolijo, su corbata volante, denunciaban que sobrevivió infinidad de tormentas.
 Con el dedo índice mocho señalaba todo aquello que no lo conformaba, y con la palma de la  mano acariciaba la cabeza de quienes lo queríamos.
Dicen que falleció en el exilio, el raje que con tanta lucidez supo retratar en  un poema.
Se espiantó, y cómo lo hizo no está comprobado que sea cierto, no vi nada, si hasta el tono de su voz me sorprende cuando paso por el centro o transito por las calles transversales, sobre todo  cuando doblo una esquina y pienso que aparece.



*


MATE EN LA CAMA
                                         
Desde ahora en adelante
siempre estaré solo,
No preguntaré por nadie,
nadie preguntará por mí;
los enterraré en el olvido.
Me enterrarán en el olvido
Diré (para mí) una vez yo,
dirán para ellos) una vez, él
No importará nada.
Los mates en la cama
si que los extrañaré. 

(Luis Luchi. ¡Gracias Gutenberg!, 1980)



VOLVIENDO A CASA

Como  soy un ciudadano  de estos tiempos
no voy para mi casa en un caballo.
El  banco de la nación
no confía en mis promesas
y  mis conocimientos
sobre travesuras comerciales
no asombran a nadir.
Si me palmearan en la espalda
y me preguntaran de improviso
diría son ponerme colorado :
soy poeta.
Entonces a colocarse en la cola;
con el albañil,
con el matasellos de las sucursales,
con el mozo de café.
Con la suave damita
que ni de reojo me mira,
con el vigilante que sí me mira de reojo.
con el carpintero que no oculta su olor a  goma laca
con el reglamento que cobro el boleto de distancia.
Todo recorrido termina, insisto y bajo.
Podrán averiguar de mí mucho pasado,
nunca olvidó  sus caras.
He leído porque enferman mis vecinos,
Por qué la frente distrae sus sonrisas.
Entro a mi casa,
El día menos pensado me voy a mudar,
Busco un rincón, y libero a los astronautas
a  Colón a Tomás Moro
a los proyectos de  la capital de  la alegría.
Y después en la comida,
sin  comer no se puede vivir,
aclaro mi garganta y digo:
¿No trajo la paloma un aletear?
¿No vino un telegrama con saludos?
¿No hubo un llamado con cantos
qué incluyan mi nombre?
¡Nadie golpeó  la puerta
y dejó un regalo para mí?
Porque espero una visita
hoy o mañana
algún día será.

(Luis Luchi. Poemas de las calles transversales, 1964)


LA CASA NO SERÁ LA MISMA

                                A  Alberto  Szpunberg


Esa entrada cambió oxidada por la humedad,
su llegada perdió la costumbre.
Pasaba el repartidor, así no se borra el horario.
faltan  las coronas de  novia.
Esos vidrios rotos no se remplazan con vitraux.
Y yo tocaba el timbre, la luz cortada.
¿Quién es? ¿Dónde estás?
¿Por qué has venido? ¿Dónde estuviste ?
¿Quién gastó estos escalones?
¿Quién dejó la marca de un cuerpo caído?
Se  cambian miradas con significados
y  nadie me conoce.
Cajitas de almas ocupan los lugares
destinados a las bolitas
y
¿a quién esperan que no dicen nada?
Soy yo, he vuelto,
Estoy tocando el timbre:  trin..

(Luis Luchi)