21.3.13

ready, por María Salgado





Cuando uno lee ready y lee cosas como estas: “todo lo que quiero cuesta con suerte unas monedas/ pero no lo voy a comprar, lo voy a perder”, se da cuenta del calibre de su operación. Juntar y perder. Más allá de los Estados nacionales unificados –separados y vueltos a unificar– en los locutorios madrileños habría un mensaje cifrado en casi todas las lenguas a la vez, y Salgado entiende que ese murmullo no es más que un acto resistente de amor. Curiosidad y voluntad: ready atraviesa los lotes vacantes en la noche negra en busca de sentimientos contra un fondo de mercadería, está impaciente, afilado y suficientemente enajenado como para aniquilar el límite entre lo conceptual y la vida.  Aquí todo sirve: lo que se consigue con los signos tipográficos al final es una conquista en la historia de la poesía española concreta.  
Muamar Gadafi, Trípoli.



1-3






lo que quiero tener es barato,
una camisa









el locutorio vierte por un desagüe ilegal que hace a
la tarde iridiscente la calle, por la noche la enmohece
durante el día recuenta los pasos de llamada

internacional


lo que quiero tener es barato, un buen
flashback e ir al campo de vez en cuando


la poesía es barata, su echura irregular
made in taiwan, made in bulgaria, agua ilegal del desagüe
made in madrid / madrid is made in rep. dominicana


manufactura imitada madrid
xina / marruecos / polonia / el salvador / el amor un segundo
la muerte, los que esperan parados su turno
fuera del local como un puerto









todo lo que quiero cuesta con suerte unas monedas
pero no lo voy a comprar, lo voy a perder









propiedades reales, bienes ficticios 2


2. Gordon Matta-Clark, Real propertires, Fake Estates. 1972


crees tener algo (humo, ropa de cama
una camisa tal vez)
y se pierde

el herbicida lo quema









lo que quiero perder se me resiste dentro
y pierdo lo que resisto, el amor, sobre todo lo que quiero

lo que más quiero
lo perdí en una falsa encrucijada

había un camino
al Norte
había un camino
al Este
había un camino
al Sur
se puso a caminar la muerte y la seguí derecha
pero no era mi ocasión de vestir
es o









siempre pierdo el amor en una feria
siempre encuentro el amor en una feria tiempo
después / hay quien lo llama equivocadamente


olvido


errancia
es que se llama


se llama
yerro


se llama
olvido









siempre te engañan en la feria
con el precio de las cosas

cosas sin contorno baratísimas
cosas con contorno extremadamente caras

ves a la hija camarera
de una camarera bailar mientras guarda
el turno del baño

así tres días más
perdiéndolo, el dinero en las carreras
falsas de los galgos

el cohete del alma se dispara
y luego ya es muy tarde para domar la
emoción









la emoción no se esconde aunque invisible tarde









hay locutores ciegos
camuflados en la voz del aparato
y hay locutores muertos a quienes la distancia
horaria o bien regala horas de vida más
hacia el oeste                    (-6)
o bien descubre su cadáver
hacia el extremo este      (+8)

hay hasta dos o al menos dos
relojes de medición en cada locutorio









las 12, las 6, las 15:00 consumidas en el agua
una de dos respira / una de dos suicida


retraso hay quien lo llama         si


el segundero no
abre la llave del segundo paso, tranca
el giro del reloj / sin él no hay tiempo o
el tiempo pierde su calidad de tiempo, se estropea

en un pasar sinnúmero









la hora de bolivia
la hora de caracas
la hora de ecuador
la manecilla de calidad de flotación del cuerpo
el barómetro de tráfico de vida y temas graves
la hora entre sí de áfrica subsahariana
la hora global de la tasa de la voz al peso


el ágora de
voces cansadas









invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio
invitación a transmitir / cambio


.-.. --- --.- ..- . --.- ..- .. . .-. --- - . -. . .-. . ...
-... .- .-. .-









a la noche vigila la señal de voz un búho, por el día
un niño de pájaro la guarda, hacia la tarde cambia
el turno y el huso a propósito un reloj

y sigue goteando descuentos el desagüe









es el paisaje









de minas expoliadas
de afueras de las minas
de lejanías del afuera de las minas
de lejanías del afuera de las minas y el Océano

slums
banlieus
suburbias
extrarradios
y la ciudad, su Xino / el locutorio, su flujo excéntrico a través
de lo de no dormir desde aquí a

Xina

es la ciudad cualquiera más visible
su miedo su amor su mercancía
o vanidad de vivir, su xulería

es el deseo opaco de comunicación
de un paisaje en llamas

su xinoise, la poesía

es la angostura del deseo de cualquiera, es decir
es no decir, es el paisaje inventado por la falta
(de decir) (de no decir)









lo que quiero decir es
lo que quiero decir es que
lo que quiero decir es que lo
lo que quiero decir es que lo que
lo que quiero perder está aquí      escrito

aquí
        es su fracaso
es aquí
             su fantasma
su vaciedad de decir

aquí
       persiste
hace que escribe

hace que pulsa pul
sos de un mensaje que no es su

yo









es del saludo









/ de los que van a morir carne del
amor un segundo / de su muerto
anterior y posterior en función de
vocal huso / horario / posición /de
culo boca corazón quevacua en el
granero de suelo inestable a sus
pies de losdonnadie/de lasdueñas
de oro sus de dientes / de la Xina
del Magreb /naranjas de la de rep.
dominicana /elhule elcartón lalata
misma ropa barata colgada del pos
te de te le fonía









telegrafía el común la camisa tendida la emoción
tendida el deseo tendido sin letras para enumerar
deseos / el máximo deseo (de morir) (de no morir)

aquí

es el resumen de refugios de la mayor tormenta
el campo y no, la hacienda, lo echado a perder

entre el decir









lo que quiero tener es barato
lo que no tengo y quiero
duele como un herbicida
lo que quise y pareció tenerme
el amor que tuve dentro
en posesión de todo
el robo el daño

los restos de propiedad entre las casas









- . -
- . -
- . -
- . -
- . -
- . -
       - . -
       - . -
       - . -
              - . -
              - . -
              - . -

nieva en Xinatown, no nieva en Xina





(Tomado de: ready. María Salgado: Madrid, Arrebato Libros, 2012.)

14.3.13

Diario de sueños, por Basilio Pescante



  


Polizón

Bajaba unas escaleras del andén y me metía en un ascensor destartalado, apareció mi abuela despidiéndome, un fondo con cama tendida y velador prendido; salí, tenía algo que hacer, iba para otro lado, combinaciones; el eterno del plata pasa como vid de neutrinos titilantes en la noche morada, qué estaré haciendo, el sueño se pierde, hay una estación que visité estos días, una diagonal ferroviaria para junto a la autopista, los autos van muy por arriba, ya ni se ven, me encuentro con amigos de la infancia que tengo en el facebook; estoy dejando un vagón amarillo, veo otro amigo, una diagonal nueva me aturde y en un parpadeo veo en mi pecho una estrella grande, blanca, chupando mi plexo con filigrana de mondongo, me recompone, callosos tentáculos gustativos soportan mi cabeza de puro y fulgente aloe vera.



La brecha

Con el ánimo de los bustos plutónicos arrancados del seno del Vesubio, César se retiró al campo : cúpulas con culos de vaca rematados en penetrantes relámpagos como pararrayos de la estancia , desde donde colgaba el coaxil por donde se emitía en directo el remate de los campeones mas broncos y cercanos al Olimpo; el glauco minotauro miraba los torpes culturistas de carne comestible; cada toro tenía su corral tapado con una enorme capa roja en punta, adentro los animales hacían poleas y pesas para sostener parnasos de provincia; martillados con grilletes estos se exhibían encadenados con imposibles cadenas de romper, que eran estiradas para estirar y contraer los glúteos que tanto escaseaban, puro hueso privado por milenios de rebotar pomposas nalgas enmierdadas; el animal en cuatro patas vive para su febril rémora y recibe las cándidas nalgadas que se arrogan arrobadas la divina potestad de su dueño que yace tendido en la bosta con el sexo ladeado y goteante . Su excelencia, el menos mortal, veterano creador de guerras sagradas, un ecologista amante de estos detritos inexorables, había vaticinado la nueva generación de gases que fueron dando los frutos que condensaban engarzados como perlas a la punta de su carpa circense la vanguardia expansiva del universo; la simiente, cae plañidera en horizontes vertiginosos y como lanzas se clavan al oscuro paredón tierno y mohoso, y se encaraman dormitando como espejos derramados  en el vacío, como plegaria del culto de quienes soplan el ánimo analítico de su ilusión ciclope, desértica, y sacuden restallos de arena en la filigrana dorada de los circuitos que son el vello del enigma en el pecho guerrero que sueña y que alerta a los mares, que tragan y empujan en un mismo acto vastas corrientes de recién llegados.



La vid y el campanario

Caminando por el comedor, franciscanos de arpillera lo miran sobre sus escudillas. Trabajando la vid , la cresta de luz que cortaba el halo del campanario le traía el cansancio; eufórbico, sorbía el eufórico atardecer vitivinícola, y hundía en el fuego coral el agreste silencio de su reserva; como adherencia púrpura de las uvas azules, se rascaba en la dilatada pausa en sus tareas; el sacrosanto oficio se anudaba al campanario, como fragua, cordal de  látigo; y rezaba, por su destino cenital; con el fruto de sus nalgas enclavadas en un balde, autárquicas, y sin limpiarse, corría a la huerta con el gracioso caldo chorreante que volcaba en la tierra horadada; en los veranos, ebrio a media tarde se tomaba de las manos y mirando al cielo suspiraba y empezaba: dios, burila las aletas de tritón, laquea las cálidas tetas de María, colma las mesas de milanesas de nalga y untuosas sopas, en perpetuas remesas; entalla las fabulosas fábulas de estado; encrespa las crestas con dulce vino perlado, nuestra sangre: y se escupía tímbricos haces fétidos, que  frotaba en los rostros de las encantadas turistas que como delfines en el cuerpo de doncellas, vibraban vomitaban y reptaban ondulantes.



Contrapunto

Al momento de morir, el chakra de la corona cenital, rodeado de una oleosa argolla de oro, es ensartado por neutrinos, vulgarmente conocidos como el esperma divino que los bailarines conciben y cultivan durante su vida, pues viajan con la fuerza que producen los bucles de su movimiento que el vacío chupa y comprime en el espacio hasta parir la única materia pulsada capaz de aumentar su velocidad consumiendo nada más que compases de tiempo donde esos campos de diamantes que después de horas de prados ripios y corrientes melódicas aparecen como refucilos chispeantes a ciertos abnegados ejecutantes que pueden testificar que la denostada, mal llamada improvisación, descubre, no siempre, la infinita vibración del vacío que por un momento reflejo se adhiere al campo mas grávido con garras de sonido que auscultan, con los más sensibles alveolos, el cuerpo del abismo; es entonces cuando el músico deja ser quien capta para ser captado y llevado en parte por una dimensión de múltiples planos y de gran fluido simbólico, que brilla perceptiblemente ,a veces, después de la lluvia, en el empedrado del frente de mi casa.



El veneno de las musas

Sus secretarias renunciaron por el trato inhumano y le entablaron truculentos juicios que ya no la dejarán en paz, por eso se dedica a disfrutar de sus hijos pequeños, son dos, heredarán la empresa si llegan a adultos, en el estado que estén; siempre su obra será un refugio de pasillos tornasolados dentro de la montaña, su última adquisición, una mina abandonada por peleas estatales ha quedado a tiro de la ciudad, hemos montado un taller de orfebrería artesanal, donde científicos de todo el mundo abren túneles para seguir el plegamiento rocoso y sus microscópicos acoples, ya que la trama del universo rara vez deja rastros tan libres de misterio, el ritmo de la composición sólo se ve, al comienzo, midiendo las temperaturas sobre los rastros de piedra que entallan dos garzas copulando sobre un pie de cromo, científicos enloquecen raudos los ávidos ases magnéticos que distorsionan las señales de radio Mitre para insuflar al inocente anciano de las mañanas la agenda de tal o cual empresa minera de los suburbios.



El buscavidas

Aquella tarde, para asustar a los antiabortistas, me presenté como un vendedor de fetos internacional, la oligarquía carraspeó, vomitando, pero pronto fueron simpatizando con las fotos que les fui mostrando, mi producto fue muy popular  y entregamos toda clase de fetos que la naturaleza pudiera dar, sólo con el propósito de observarnos, cuando comemos todo tipo de animal; los entrego en frascos, suspendidos en agua natal, a doscientos pesos los vendo, por más que la inversión cueste diez mil, para lograr la mejor forma y la máxima duración, en un envase duradero, irrompible que mantiene siempre la misma temperatura interna, que sólo pueda ser destruida en un horno de fundición; quisiera enfrascarme en el mar más azul, desde adentro corromperme  en temperaturas cósmicas en esa misma y quieta densidad, acarreado por las corrientes, con los ojos perforados, rebotar, bollar, seguir laburando con la misma ilusión.



La corriente del registro

Naves de vela se encienden como cebo torneado flotando en la brisa, afanosas borlas nievan sobre las vergas enhiestas, el viento anuncia tierra firme, como la llegada derrama el seno del volcán, la cera aplaca las costas, congelan el puerto y curvan el agua anclada de la floja orilla mohosa, láminas labradas aguardan briosas, cada cual espera el don, las babas glaciales de los comensales, el recuerdo los encuentra como viejos guerreros enfrentados, seduciendo las huestes con lirios borlados, los sueños, las flores, el fruto de la peste y el sueño de los mejores.



El vector plutónico

Tibias manos engarzan la vida que consumen los astros como vino festivo, las máquinas olvidan la piedra en sí y sólo se busca en sus entrañas, pero el mero ardor que los rige es un impulso que vibra para abrir vergeles en la caverna y saciar y bañar los gorriones que emigran a otros continentes, éstos, que no conocen de aduanas, de barreras que descansan planeando en las corrientes más elevadas: los soplidos pueden recorrer el ínfimo infinito de las grietas,  discurrir en una  cresta enrulada, mientras comemos en lánguidas veladas y el tufo de salsa alza narices de vidrio en el magma soplada.



Camila

Soñé que de golpe estaba en Iguazú en los preparativos de mi boda con una mina que me ponía loco. El sueño vino en dos tandas:  la recuerdo en un edificio al que se entraba por un camino de tierra, era como esos hoteles de Dubái, ella tenía puesto un largo vestido beige con tajos a los costados que le llegaban hasta la mitad de los senos y mostraba más curvas de las que le pude ver cuando trabajábamos en la misma empresa, íbamos en un ascensor, luego ella se fue; no hablamos, apenas habíamos cambiado diez palabras en toda la relación, yo tenía un sentimiento tan sereno y dulce pero supongo que ella ni se lo imaginó porque no lo reflejaba en mis ojos ni mis actitudes, ni ella acusaba recibo de nada; me desperté y me vine a la compu a escuchar música porque se me corto la conexión a internet, me fumé un pucho y me volví a acostar: entonces salía a una cancha de rugby por ese camino de tierra, era de noche, un equipo  entrenaba en plena oscuridad, reconozco a uno que jugaba conmigo en la infancia y me acerco, se acerca también el entrenador y fui cayendo en cuenta  de que este era mi futuro suegro, pintaba sentado sobre un caballete la escena del entrenamiento; por esa calle salí a otro edificio donde me dieron un traje azul con camisa celeste, me vi al espejo y me gusté, desfilaban amigos de mi familia y parientes, en eso me llama por teléfono ella, sólo escucho que dice mi nombre y luego la voz de mi hermano que me pregunta, riéndose: ¿vos le viste las tetas?

8.3.13

Judío, palabra argentina, por Perla Sneh





Estas palabras nacen de un lugar extraño: el de quien, sin pretender representatividad alguna, se siente conminado a  responder. Porque hay en nuestro presente una herida urgente. Ese nuestro  debe leerse con entonación rusa, la que lleva a Marina Tsvetáieva a decir: los míos son aquellos –y yo soy de esos– que no son ni vuestros ni nuestros. La herida es el estruendo de AMIA. Hoy resuena en muchas bocas; no siempre por las mejores razones.

La escena es inquietante, de una densidad oscura: está el acuerdo con Irán, sus riesgos evidentes, su pequeña luz de esperanza, apenas un resquicio. El peligro está a la vista: la posible manipulación, la anulación de las alertas rojas que penden sobre los imputados, el eventual callejón sin salida. Sin embargo, una cosa es cierta: se ha roto el hielo. Y lo ha quebrado el único gobierno que, desde el 18 de julio de 1994, ha prestado verdadera atención a la causa. Las denuncias año a año en las Naciones Unidas lo validan. Ahora este acto quizás deba leerse como apuesta: el riesgo es innegable, corresponde reconocérselo a un gobierno que se enfrenta a un futuro político complicado. Entiendo que se abre una oportunidad –aún si lejana e improbable– de relanzar la investigación y avanzar en el descubrimiento de culpables y encubridores. Quizás, en su precariedad, no sea poco ante la alternativa: naturalizar la parálisis y rendirse a la impunidad. No parece caber otra respuesta que acompañar el gesto con angustiada expectativa, como quien contiene la respiración ante una cantidad de condicionales: si se realizan las indagatorias, si se respeta el código procesal argentino, si los imputados se avienen a declarar, si

Con todo, la cuestión excede los fáciles titulares con que nos obsequian a diario. No se trata de disputas entre bandos enfrentados –donde resuenan voces absolutamente atendibles junto a otras, rastreras, oportunistas–, sino de un debate profundo, tan necesario como relegado. En su mismo centro está la palabra judío, cifra de su condición trágica. Apenas un detalle que no es un mero detalle: la palabra ni siquiera aparece en la denominación oficial de la mutual judía volada por los aires, que optó por llamarse a sí misma Asociación Mutual Israelita Argentina. Hay mejores y peores razones para ello; cualquiera puede consultar la bibliografía, pero la trama en juego no es mera etimología. Para nada.

Judío es la palabra que un senador nacional opone hoy a argentino. Y me apresuro a agregar: entiendo las razones que dio el aludido en su descargo: no fue un ánimo discriminatorio el que lo llevó a diferenciar entre “argentinos de religión judía” y argentinos argentinos”. Fue –él mismo lo dice y le creo– tan sólo el calor del debate. Precisamente allí está el problema: al calor del debate la que gobierna, irrestricta, es la lengua; y la que establece esa inquietante diferencia es, precisamente, la lengua que hablamos, esa diferencia es su síntoma, el nuestro.

¿De qué otra cosa que de judío se trata cuando, para avanzar en tan grave causa, es preciso establecer negociaciones con un gobierno, declaradamente antijudío? Su vociferante odio –malamente barnizado de antisionismo– llegó a incomodar ya no a los integrantes de “la entidad sionista”, sino a la propia Autoridad Palestina (cuya causa ese gobierno manipula para sus propios fines): fue el propio Mahmud Abbas quien, hace muy poco –en ocasión de su visita a Egipto en coincidencia con la de Ajmadinejad– lo encaró públicamente para que simplemente abogue por la creación de un estado palestino y no por la aniquilación del estado de Israel. Que la prensa argentina –hegemónica o no– haya declinado prestar a esto la morbosa dedicación que brinda a ciertos actos del gobierno israelí no deja de ser parte de nuestro debate.

Se trata de judío cuando hace falta negociar con un gobierno cuya única hipótesis alternativa a lo sostenido por la justicia argentina es la obscena proposición de un “autoatentado”. Un gobierno que proclama, contra la historia, un inaceptable negacionismo de la Shoah; inaceptable, repito; lo que quiere decir que no hay discusión posible al respecto. Quizás, como sostuvo un sutil periodista, cuyas meditaciones suelo leer con interés –sobre todo por su tono–, esto no sea relevante en el ámbito de las relaciones internacionales. Sin embargo, el recurso del negacionismo como modo de deslegitimación de la existencia de un estado soberano –Israel– si lo es.

Por otra parte, ¿acaso hace falta ir a Irán para investigar las conexiones del estado argentino con el atentado y su encubrimiento? Nuevamente, ¿no es judío una piedra en el zapato que se abstiene de transitar ese camino? 

Se trata de judío cuando se habla de un tercer atentado. ¿O acaso alguien lo supone en, digamos, el Centro Montañés o en la cancha de Boca? ¿Qué son los pilotes que pueblan las ciudades argentinas sino una representación urbana –de las peores– de la palabra judío? La posibilidad de un tercer atentado obedece meramente al razonamiento de la impunidad: nada impide que un crimen impune vuelva a cometerse. Sin embargo, convertirlo –por judío– en argumento ofrendado a una oposición oportunista es, por decir lo menos, irresponsable.  Y, a su vez, reclamarle a quien lo hace que “revele sus fuentes” no está a la altura de quien está decidido a jugarse su prestigio apostando a destrabar la investigación.

Se trata de judío cuando quienes nunca se interesaron en lo más mínimo por la causa AMIA se rasgan públicamente las vestiduras en la acera del Museo del Holocausto junto a un señor que como rabino representará, seguramente, a su congregación, pero que se pretende autorizado para acercarse en nombre de “los judíos” a quien cobija en su entorno a implicados directos en el encubrimiento y en el acoso a los familiares de las víctimas, el mismo que se quiere “alcalde” de una ciudad que produjo su propio pogróm. 

Se trata de judío cuando la misma institución atacada invita al mencionado “alcalde” como orador de su más reciente cena anual y le da la oportunidad de celebrar la “despolitización” del acto de homenaje que se realiza todos los años en la calle Pasteur. “Despolitizar” quiere decir, en este caso, la concreta exclusión de las asociaciones de familiares de las víctimas del podio. Permítaseme señalar, desde mi modesto conocimiento de la tradición judía, que el culto fascinado, obsecuente o interesado del poder no deja de ser un modo de uno de los peores pecados que existen para el judaísmo: la idolatría.  Y si digo  pecado no es por afán teológico, sino por lo que tiene de reclamo ético.

Se trata de judío en una escena en la que muchos de los que así se denominan se apresuran a disculparse diciéndose “no religiosos” cuando quieren decir “no retrógrados”. Y sin embargo, ¿qué significa judío para quienes la expresión “judaísmo laico” algo dice, aunque no necesariamente porque “judaísmo religioso” no requiriera debate?  Otra vez, la lengua nos guía: no hay en hebreo una palabra que signifique “religión” en el sentido occidental y cristiano del término, que es el que comanda su uso. Lo que suele traducirse por tal cosa es dat, palabra llegada del persa que significa ley. Lejos de transmitir el religare latino que rige la comunión de los creyentes, dat nombra la ley judía que, mediante concretos preceptos, rige la vida del pueblo. En este sentido, dat se desentiende de la creencia en un Juez Supremo, pero nos carga con un oscuro saber: nuestros actos inciden en nuestro destino, lo que hacemos “cuenta” de una manera profunda, insondable. Y eso es algo que ningún judío –creyente o agnóstico, piadoso o escéptico– puede desatender.

Se trata de judío cuando hay quien cree necesario disculparse por su condición de portador de ese nombre, invocando una ristra de próceres de la humanidad que –de Spinoza a Freud, pasando por Heine y Mendelssohn (¿Félix o Moisés?)– mitigarían, como gloriosas excepciones exculpatorias, la implícita  condena que porta la palabra, a la que otorga una carga teológico-genética (sic) –la ley de la transmisión materna– como criterio de exclusión destinado a declarar una supuesta supremacía. No es el ánimo de estas líneas el de desilusionar a nadie, pero esta ley no se remonta a los inubicables tiempos oscuros que supone el contrito escriba, sino que surge en una situación histórica precisa: las Cruzadas. La transmisión materna surgió de la necesidad de incluir en la grey a los nacidos de las violaciones perpetradas por tanto guerrero piadoso que marchaba a Jerusalén a liberarla de manos infieles.

Se trata de judío cuando intervenciones reveladoras de políticos lúcidos se ven matizadas con acusaciones de deicidio y de acumulación de riquezas; cuando la palabra atraviesa, inquietante, el tejido de metáforas políticas: los adjetivos pueden variar –“espiritual” o “traidor”–, el nombre es el mismo. Lo es incluso cuando todavía hay quien supone zanjar la cuestión con la displicente erudición sobre la vieja cuestión. Lo es cuando tanto profesor insiste –con pasión digna de mejor causa– en profesar ignorancias deplorando las religiones en general y la que le estaba destinada en especial. Como dijo alguien que nunca se quiso profesor, la religión empieza cuando no se leen los textos.

Se trata de la palabra judío cuando tantos que la portan se ven obligados –como pasaporte para su aceptación en ciertos ámbitos– a tildar de “nazi” al gobierno israelí, un gobierno indudablemente de derecha. Sin embargo, sólo en el caso de Israel es esta circunstancia argumento para deslegitimizar la existencia misma del estado. (Subrayo: el estado, no su gobierno). No lo fue ni siquiera durante la dictadura argentina. En ese momento, el estado –exterminador confeso–  era considerado malversado, usurpado por mano vil, pero nunca le fue cuestionada su legitimidad al punto de convertir en expresa propuesta política su lisa y llana abolición.

Se trata de judío cuando hay quien define a la DAIA como “sede argentina del lobby sionista” y sus “planes siniestros”. ¿Nuevamente habrá que decir lo mismo? ¿Que el movimiento sionista surgió al calor de los despertares nacionales en el siglo XIX; que es un movimiento de autodeterminación nacional, que alberga un arco político muy variado, que su fin era lograr un estado donde los judíos pudieran gobernarse a sí mismos como lo aspira cualquier nación? Pero entonces, también hay que decir lo obvio, el objetivo expreso –no el “oscuro designio”– del sionismo es la creación de un Estado de Israel. Y éste ya existe. Y es cierto que la relación de los judíos del mundo –sionistas o no– con el Estado de Israel es innegable. El atentado contra la AMIA (que siguió, no lo olvidemos, al perpetrado contra la Embajada de Israel, donde fueron alcanzados ciudadanos israelíes junto a los argentinos) es un modo criminal de ponerlo en evidencia. Siglos de una cultura, su memoria y sus herencias de todo tenor son, en cambio, modos legítimos de una trama entrañable y compleja que excede las lógicas binarias y en pantalla dividida de los opinólogos de turno.

Hay quien aún escucha el estallido. Mi recuerdo, en cambio, se despliega en un silencio profundo, como de pecera: una  extraña película muda de calles borroneadas tras una cortina de polvo. Fue el día más largo de mi vida. En algún momento pensé: es imposible decir nada. Es con ese silencio a cuestas y desde esa imposibilidad que digo estas palabras.   


2.3.13

Pierre Guglielmina - De paso, la revolución




           
El inglés, es un francés mal pronunciado.
                               Louis-Ferdinand Céline

Nosotros – punteados de infinito –
                                      Jack Kerouac

El 1 de abril de 1956, Jack Kerouac anota en la primera página de una libreta nueva: “Viernes a la tarde en el universo, en todas las direcciones adentro & afuera…” Este pez para inocentes (del día de los locos, de todos los locos, en inglés) va a nadar durante tres años, a filtrarse en el mar de todas las lenguas, a terminar este largo bautismo tomando el nombre de Old Angel Midnight, después de haber flirteado con el nombre de Lucien Midnight y dejando detrás de sí, a fines de 1959, las páginas de otras cuatro libretas. Ese mismo año, Kerouac publica cityCityCYTY, visión de un matriarcado planetario perpetuado a golpes de electrocuciones de masa – única tentativa de “silencio-ficción” y guiño divertido a las “tesis” de William Burroughs. 1956-1959: episodio crucial de la vida en prosa, que encuentra su punto culminante en 1964 con Skakespeare and the Outsider. La secuencia es la siguiente.

¿En qué punto estamos en 1956?

1950: una primera novela, The Town and the city, saga de la ciudad natal en “prosa cuidada (prosa deliberada)”. 1951: en tres semanas sobre un rodillo de ciento sesenta metros de largo, En el camino. “Escritura dirigida hacia una mujer”, dice Kerouac de su novela, razón profunda y nunca señalada (ahora sí) de los seis años de exclusión antes de encontrar un editor. Viking le reprocha que no tiene “el estilo de la editorial” (¿domesticidad que le corta el camino a una escritura dirigida a una mujer?). Invención, en el transcurso de una conversación ya antigua con John Clellon Holmes, de la expresión “Beat Generation” que, después de 1957 (ya se publicó En el camino), se convierte rápidamente en un llamado a la militancia y en slogan publicitario. Dos amigos escritores (Ginsberg, Burroughs), ladrones con los que Kerouac integra durante cierto tiempo, en los Estados Unidos de la guerra fría, el tranquilizador trigrama KGB: mecanografió los textos de ambos (batiendo todos los records de velocidad) y les encontró títulos (Howl y Naked Lunch). Los dos se convierten en figuras del movimiento Beat, a medida que Kerouac se distancia radicalmente de este movimiento. Un amigo guarda de trenes (Neal Cassady) con el que descarriló durante diez años, y  que todavía anda por el camino, habla mucho, no escribe o escribe poco, que se va a sentir engañado por haber sido transformado en novela y que se lanza a una puja sobre la caída de los cuerpos – puja que no dejará completamente indiferente a Kerouac. Accidente del camino. El camino tiene sus recodos trágicos. Un hermano y un padre rápidamente ausentes. Y, finalmente, una madre (Mémère) de la que es a la vez rehén y su sostén, y, a buena distancia, el cómplice. Esto en cuanto al decorado.   

¿En qué punto está Kerouac en 1956?

Piensa que estamos en viernes. De eso se trata.

Que viene y sopla sobre el decorado y anima la secuencia.

Imaginemos por un instante que la hipótesis apocalíptica se haya inmovilizado en la semana de la Creación, el día del Señor  que sólo deja presagiar, escribe Kerouac, “el día fantasmal donde los Estados Unidos industrial deberá ser abandonado al óxido en el transcurso de un largo domingo de una tarde de olvido[1]”. Un olvido tan profundo que Dios mismo podría al fin dormir con un sueño pesado. El apocalipsis no es otra cosa que esta perspectiva escatológica acerca del deseo de sonambulismo y de olvido de los humanos. Pero la eternidad de la hipótesis bíblica no excluye evidentemente que los hombres quieran todo el tiempo hacer de ella un acontecimiento para los noticiarios. Eso es un verdadero golpe de estado: un apocalipsis a corto plazo, una transacción mortífera con la eternidad, impuesta a aquellos a los que Kerouac llama, en una fórmula impecable, los “contribuyentes a la circulación”. Y esta vez, no es el rey el que está desnudo (ideas francesas trasnochadas y antiguas), es la reina América la que quedó al descubierto. La bomba-paloma fue lanzada. El culto de la razón contable exhibe a plena luz del sol un monstruo que su sueño engendraba y designa la cara cansada de la técnica, su falso dios acoplado, que sólo aspira a hacerla descansar de sus crímenes. Dicho de otra manera, a perpetrarlos con toda impunidad. Monotonía de un mundo sin afuera, consagrado a una perpetuación cada vez más pautada. ¿Nuevo Mundo? “Carne asada de muerte”, retruca Kerouac en Viejo Ángel de Medianoche. Haciendo que resuene al fin, para nosotros franceses, el sentido metafísico de la expresión “s´endormir sur le rôti” [2](¡perder una ventaja!). En el transcurso de un largo domingo a la tarde. Perpetrar. Perpetuar. Kerouac no siempre tuvo el ojo en la escucha de esta maquinación de asesinato que toda sociedad quiere y sólo puede silenciar religiosamente. En el camino, cartografía definitiva que puso término a la errancia por el desierto estadounidense devolviéndole la tierra a los indios y anunciando una nueva edad planetaria (“las migraciones son chinas, pero la tierra es india”), inquietó un poco a los Estados Unidos, pero ni siquiera rozó el fondo del asunto. Y la novela desemboca, lógicamente, en la ultimísima línea, con la evocación del “padre que nunca hemos encontrado”. ¿Reglaje en sordina de los ajustes de cuentas de la tribu Beat? No solamente. El padre perdido, la mujer inaccesible (la destinataria de En el camino, adulterada por los aplazamientos editoriales), allí están las marcas alrededor de las cuales todo el mundo (editores, diarios, críticos, amigos, familia, familias,  el país entero) está listo para rencontrarse. Naturalmente. Libro poco católico, En el camino da la impresión de convertirse en la lápida de Jack Kerouac. 1922-1957. El cordón sanitario se desplegó y Norteamérica, a partir de entonces ya asentada, va a proseguir su sueño de sonambulismo dominguero haciendo como que camina. Velo, red, sudario. El que toca el velo de la verdad ve caer sobre él una red cada vez más ceñida, que rápidamente puede transformarse en sudario. Es el programa. Todo el genio de Kerouac es haber sabido, in extremis, esquivarlo como pocos (victoria de la escritura sobre la generación), haberse despertado antes de encontrarse como papa de la capilla Beat (abdicación que se le imputa a la influencia materna, y que aún hoy deprime a sus fervientes admiradoras) y haber hecho de este despertar el sujeto y el motor de su prosa (victoria de la voz sobre el cuerpo). Porque la prosa espontánea no es ni la escritura automática ni el cut-up (que se quedaron a menudo prisioneros del delirio nihilista): es la búsqueda de un desapego a través de un tratamiento de la escritura por la voz, una colocación del sonido en las palabras. “Shakespeare escuchaba el sonido primero y después las palabras estaban en su CABEZA RÁPIDA[3]”. Para tener la cabeza vacía (desapego), hay que tener una cabeza rápida. Lo inverso no es verdad. Esta vía poco frecuentada (constantemente amenazada, desviada) es la que Kerouac encuentra al inscribir en la primera página de una libreta nueva: “Viernes a la tarde en el universo, en todas las direcciones adentro & afuera…”

¿Qué es un viernes santo? Es la traslación ordenada de la abscisa apocalíptica, el momento de la semana santa donde la temporalidad bascula, el último día de la Creación que se anuncia como  el primero de la Resurrección. Es también el día de la procesión de la Cruz, signo precursor de la victoria sobre la muerte y figuración de la articulación de estos dos ejes del tiempo, de la Pascua judía (desplegada hacia el porvenir) y de la Pascua cristiana (realizada en la muerte y la resurrección, pero a la espera de la consumación definitiva). Es el día que eligió Kerouac para despertarse. “Harás que se callen los demonios de la inexistencia para hacer simplemente que pase el tiempo & durante ese tiempo es eterno hasta el fin del último año-luz sería mejor encontrarse el viernes santo al final de la tarde ahí donde empezamos de manera que el Sagrado Sonido pueda entrar en la casa cuando el trabajo haya acabado  & y beber su cerveza & hacer que los ojos de sus hijos estén febriles –“. ¿Cómo no oír Hijo en Sonido[4]?  Simplemente no queriendo entender de qué se trata ya en el primer canto de Viejo Ángel de la Medianoche. Pequeño mensaje evangélico para los sordos que somos y demostración de la pertinencia teológica de Kerouac: viernes al final de la tarde, entramos en el reino del Espíritu Santo. El Padre, la historia es conocida: es eterno hasta el final. El Hijo, deberían dejarlo volver a SU CASA para que descanse. Terminó su trabajo. Encarnación. Pasión, Resurrección, Ascensión, Asunción, ¿cuántas veces habrá que repetirlo para que nuestros pobres oídos incómodos en el cuerpo oigan? Sería tiempo de pasar a otra cosa, para ver bailar en nuestros propios ojos febriles, Sus hijos, lenguas de fuego. No teman, se reiterará el mensaje. Canto 4: “El sueño ya terminó y estamos despiertos en la eternidad de oro.” Canto 25: “Viejo Ángel de Medianoche Ventana del mundo bong medianoche interludio Eterno Ya:” ¿El Espíritu Santo, una travesía eterna en forma de música? Canto 49: “Me parece que voy a callarme – Ustedes, la gente, pueden oír el resto en el oído.”  Kerouac, por su parte, ya empezó, despertó del mal sueño que “ya terminó” y parece sin embargo mantener a todos esos cuerpos en Babel: el don de las lenguas lo pone a la escucha de su confusión, del “bla-bla-cadabra mundial del balbuceo de lenguas que pasa a través de mi ventana a medianoche”, del “abracadabra del balbuceo nocturno de esas lenguas, que hablan todos al mismo tiempo, AHORA –  Eh, pobres seres humanos, los lloro – Estuve en prisiones de hierro pero Eh, no fue peor que lo mejor de eso del esto.” ¿Perciben el furor como quien no quiere la cosa que anima a Kerouac? ¿“Prisiones de hierro”? “¿No peor que el mejor eso del esto?” ¿Qué quiere decir? Que el eso es la mejor prisión de hierro del esto. ¿Cómo llegó a decir semejantes cosas? Leyendo, así de simple. Por ejemplo, la fórmula de Freud: “Allí donde eso era, yo debo advenir.” Pero sobre todo Joyce que trató a fondo – a fondo perdido – la cuestión del eso (el “Dios libidinoso” de Giacomo Joyce) y del esto (el famoso HCE de Finnegans Wake). Kerouac es un lector de una inteligencia crítica extraordinaria. Absolutamente inmerso en el “acto fisiológico original” que es la lectura. Por otra parte, los escritores a los que lee se convierten inmediatamente en personajes de sus novelas. Por algo encontramos ahí a Billy Artaud, y a un tal Destouches, y a Genet “el divino conocedor de las Flores”. Y para un texto (raramente mencionado) escrito en colaboración con William Burroughs, I wish I were you (Me gustaría tanto ser tú – inversión llorona del principio formulado por Freud), Kerouac firma con el seudónimo de Jack Ducasse. ¿Quién puede captar esa ironía y apreciar semejante conocimiento de los desafíos de la literatura y el lenguaje? Por cierto no los pobres seres humanos cuyo esto es prisionero del eso. Tampoco la gente que, confundiendo  je (yo) y moi (yo o mí)  [5], querría tanto ser toi (tú) es decir moi si Je se quedara en el eso. No salimos de allí y en efecto, esta “humanidad llorona” es para llorar. Fin del canto 2: “La gente, losyo- gente.”

Jack Kerouac está solo en los puestos avanzados y todo este asunto del reino del Espíritu Santo se le cae encima, no a causa del catolicismo sulpiciano de su madre, si no porque, de niño, leyó la Biblia en francés y desde entonces no dejó de escribir. En inglés, aparentemente. “Por otra parte, ninguno de ustedes sabe nada del lenguaje – excepto Jack”, oímos decir en Ángeles de Desolación. Kerouac es el único escritor norteamericano consciente del hecho que, “desde que Finnegans Wake fue escrito, el inglés ya no existe… como tampoco ninguna otra lengua[6]”. Lo que le hizo decir que Burroughs, por ejemplo, escribía en missuriano. Creyeron que bromeaba. ¿Por qué tan pocos escritores anglosajones – tan pocos escritores, en general, escucharon a Joyce? Kerouac insiste sobre la magnitud del desastre en Shakespeare y el outsider,  su posición con relación a Joyce siendo idéntica a la de Joyce con relación a Shakespeare: “Condell y Heminge dijeron que sus manuscritos están raramente borroneados, cuando lo están, así como aparentemente fluía en sus escritos y escribía en un inspirado apuro lo que inmediatamente escuchaba como un sonido-sabio mientras la tapa de acero de su cerebro se cerraba a las exigencias de una trama y de personajes en ese mar inglés de depredadores avaros que salieron de él. Y mi presentimiento, a pesar de los pesados dobles sentidos que exigen una cierta reflexión, él lo hizo todo con más intuición que deliberación y habilidad de eso. Mi teoría es que Joyce entendió esto completamente, el primer hombre en hacerlo desde 1615 con la única posible excepción de Laurence Sterne[7]”. Está demás decir que esta tradición de la “tapa de acero sobre el sonido” no es anglosajona.  O como lo declaró sin ambigüedad un escritor francés: “Considero por ejemplo a Shakespeare y a Joyce como atípicos de la literatura inglesa.” ¿Y Kerouac? Trata, en Viejo Ángel de la Medianoche, de dar consejos. A Ginsberg, especialmente: “Allen, sería mejor que le des voz a la mirada.” ¿La tapa de acero saturada de sonido? ¿La superficie que se pone a resonar? ¿A vibrar? ¿Quién puede entender? ¿Quién, en Norteamérica, leyó a Joyce con semejante intensidad, con semejante voracidad? Pero al mismo tiempo, y tal vez sobre todo, a Baudelaire, a Mallarmé, a Céline, a Genet, a Proust, a Balzac, a Rimbaud, a Lautréamont, a Chateaubriand, a Voltaire, a Racine, a Pascal. Su ciencia del sonido le viene de la lectura del francés, de la literatura francesa. No tanto del léxico como de la música francesa y de la furia francesa (veneración precoz de Céline y nunca desmentida). Las furias, dicho sea de paso: divinidades infernales encargadas de ejercer sobre los criminales la venganza divina. ¿Kerouac como Tisífone, vengadora del asesinato cada vez más telefoneado? También en este punto Kerouac reconoce el valor pregnante y el avance de la literatura francesa. Avance o ventaja de las que resume las aventuras franco-norteamericanas en este cohete: “Pasó mucho tiempo antes de que el ennui[8] de Baudelaire regrese a los Estados Unidos, pero llegó, a partir de los años 20 [9]”. O sea: Baudelaire se liberó de su ennui yendo a buscar del lado de Poe algunos elementos de subversión que firman el “avance subjetivo” de la literatura anglo-sajona en ese momento. El regreso del ennui a Francia en los años 20, es la ilustración de una inversión de la perspectiva (¿pérdida de una ventaja?): la “generación perdida” vino a disipar su ennui a Francia y a pedirle a Baudelaire, entre otros, su Bendición, y encontrar allí las armas de la insurrección, insurrección que es tal vez, según Lafayette, el más “santo” de los deberes. Ir y venir que por cierto no deja de tener relación con el de las revoluciones norteamericana y francesa. ¿Cuáles son los efectos últimos de esta elección de la literatura, de la lengua francesa como “lengua de ángulo” (Joyce escribe Finnegans Wake en París, Kerouac define a Norteamérica como “mi Francia sombría”)? Probablemente la aventura sigue su curso.

Furia y música. ¿La furia? Con perspicacia, Truman Capote le dijo a Kerouac que no escribía, o mejor dicho, que escribía a máquina. Tendríamos que disponer ya de un diccionario de insultos entre escritores. Sería mucho más útil que todas las “Historias de la literatura” reunidas. Se podría llamar El reverso de la historia de la literatura finalmente contemporánea por ella misma, los insultos como deflagraciones sin complejos a través de los siglos. Truman Capote por consiguiente reconoció muy rápido, con el ojo del enemigo (los enemigos de mis amigos son mis amigos, como epígrafe del diccionario, por favor), la gran innovación técnica de Kerouac: el paso de la pluma al teclado. Se glosó mucho sobre la influencia del jazz en la prosa de Kerouac, sin hacer nunca la pregunta: cómo pudo “recobrar de la música el bien que le corresponde”. Como si estuviera ahí, disponible, al alcance del primer contemporáneo del bop recién llegado. Para escuchar a Parker y a Monk, había que conocer sobre esa música. Conocimiento que, en Kerouac, se manifestó en ese deseo compulsivo de escribir rápido a máquina. Deseo de apropiación evidente, pasaba en limpio (doble interlínea) los manuscritos y a veces incluso los cuadernos de notas de sus amigos. Capote escandalizado con este gallo.  Que sus novelas hayan tardado tanto tiempo en ser publicadas tampoco ralentizó el tempo furioso de Kerouac: diez libros escritos durante los seis años de espera para la aparición de En el camino.  Puro gasto, este deseo de apropiación y esta cadencia constituyen su respuesta ritmada. ¿Respuesta a qué? A “la expropiación racional del individuo-hombre […] pequeño propietario […] de su propio sexo[10].” Su réplica al hecho de que “los hombres desean a las mujeres y […] las mujeres complotan para tener bebés de los hombres – Cosa de la que estábamos orgullosos cuando teníamos un capital inmobiliario pero cuyo sólo recuerdo nos enferma hoy, cuando las puertas electrónicas de los inmensos supermercados se abren automáticamente cuando entran mujeres embarazadas para que puedan comprar los alimentos y continuar alimentando la muerte – Censúrenme esto, U.P.I[11]”. ¿La música? La música es un levantamiento de la censura sobre la manera en que circulan los cuerpos (tanto la literatura como los libros). Es decir una manera de no enfermarse ante la vista del horror sin fondo, de mirarlo sin miedo (miedo que lleva necesariamente a odiar la música). “Lo propio del espíritu francés es recobrar de la música algo que pasa entonces a la literatura de manera que intervenga en lo que se ve”, ha sido dicho y repetido. Repitámoslo una vez más. Porque es así como Kerouac oye y da ver, por ejemplo, la doble revelación contenida en las palabras “be bop”: la formidable voluntad – de ahora en más programada  – de fusión, de reducción infinitiva del be al bop (“ser parido”) y el llamado paciente – siempre imperativo – de la separación, de la división del be (“sé”) y del bop. ¿Ven el cuadro? Escuchen éste: “La orquesta entendió la chifladura de la vida que no sólo los situó mal en una nación blanca sino que los desdeñó por lo que verdaderamente son y la chifladura la sintieron subir y descender en su vientre, de golpe Dizzy aplasta su labios tensos como un tambor y lanza una nota fantásticamente clara y estridente que hace que todos levanten la cabeza en la boîte[12].” ¡Be! ¡Si! La nota sacada del Sancte Iohannes. Ti-Jean en el teclado. Sí.


Revelación armónica, por consiguiente, que viene a resolver la disonancia que produjo la verdad como repetición cada vez más pautada. “Porque decir la verdad y publicar esta verdad hace mal […] Es una fuga”, según Kerouac. Un arte del contrapunto del que se sabe que se opone a la armonía, como la horizontal a la verdad. Viejo Ángel de Medianoche es el lugar suspendido de esta experiencia muy articulada, intentada en el momento en que toda fuga parece imposible. Es el lugar insostenible de una experiencia de lo imposible – de ahí el desplazamiento incesante de acento, acento que exige otra escucha, más oblicua. Horror y oído. Furia y música. Pesadez del programa y velocidad del imperativo. Diluvio de muerte y paciencia del ser. Delirio y desapego. Entusiasmo beat y soledad lúcida.  Calor y frío. Viernes a la tarde adentro y afuera. Lo imposible sostenido, porque fue jugado, hasta que haya posibilidad de pasar. Canto 4: “& Burroughs y Ginsberg estaban dormidos & y tú estabas acostado en la banqueta  en ese momento fuera del tiempo bajo la luz de la lamparita roja del bus & veías las cortinas de la eternidad apartarse para que tu mano empiece y para que puedas ser el afectador – & el efector – de la media vuelta completa & del profundo resurgimiento del vestido piruetante de la literatura mundial hasta que se convierta en algo sobre lo cual un hombre pueda poner sus ojos & leer en continuidad por el placer de leer & el placer de su lengua en su boca & no simplemente esas insípidas historias de una insípida aridez & de una paranoia floreciente…”  Toda una odisea en ocho líneas: los compañeros de viaje dormidos (¿Circe?), en el otro extremo el encuadre de la mala literatura en dos vertientes paranoicas, lo femenino árido y lo masculino floreciente, el momento fuera del tiempo, la banqueta bajo la lamparita roja (olviden el bus, está en el burdel o en lo de la puta Calipso), las cortinas de la eternidad que se abren para que la mano pueda deslizarse bajo el vestido piruetante (aridez olvidada) y producir su inversión (armonía reconquistada) y que la lengua pueda gozar en continuidad. Kerouac atravesó bien su Ulises. Es un atentado al pudor de su generación (dormida en le tiempo) y es un paso al otro lado del tiempo. O incluso, es apartarse de eso que Kerouac llama magníficamente el “vergonzoso lógico profesor de filososía”. Lo que quiere decir en “lenguaje de tablón”: la tendencia inconsciente e insistente en estar en apuros con los nombres, en querer sosías en todas partes, cadáveres amontonados. Inútil insistir acerca de la ciencia de las sirenas, de la diferencia de sexos y de la diferencia en su propio sexo que todo esto supone. Está escrito. Incluso está fechado, puesto que Kerouac estaba muy atento a las apariciones y desapariciones de mujeres: “[…] y las muchachas empezaron a desaparecer de la calle – ya no se podía ver como en los años 30 el cowboy que se paseaba con su muñeca en el bailongo, ahora está solo, rebop, bop nació porque las pibas dejaban a los tipos para convertirse en modelos de segunda para la clase media[13].”  Que una nueva música pueda aparecer como respuesta a la desaparición de las mujeres, que la improvisación sea una manera de que aparezcan mujeres cuando está la amenaza de que desaparezcan (aquí, guiño de Kerouac a Kafka para agradecerle su pequeño texto sobre el “silencio de las sirenas”), son cosas que se pueden aprender a escuchar en Viejo Ángel de Medianoche para llegar a la odisea en el desorden. Y “si eso los aburre es porque quieren ladrillos en la sopa” (Canto 9). Kerouac, al que todo eso no lo aburre ni un segundo puesto que, una vez pasadas las puertas del Infierno, él también es eso (“invisible y radiante, al lado de mi mano bien-amada, que hizo su trabajo y ya no existe para dar vigor a las preocupaciones de este mundo imaginario en vida-y-muerte”), cuenta detalladamente (“el hacha haiku”) cómo la prosa espontánea se precipitó sobre él. Acá están las llaves del laboratorio.


Al pasar: los dos textos importantes que “teorizan” la prosa espontánea (“Principios de prosa espontánea”, “Creencia y técnica para la prosa moderna”[14]) están escritos  en la época en que escribió Viejo Ángel de Medianoche, no antes y tampoco después. El laboratorio. Viejo Ángel de Medianoche se presenta en un desorden inquietante. Es un texto en caída libre (un salto) y sería perfectamente vano querer organizar sus secuencias. Seria transformarlo precisamente en “amenazador silencio-ficción que posee a ese globo-comezón donde todo el mundo rueda en caída alrededor de la baratija satélite”. En una mercenaria ficción afásica y amenazadora que posee al globo como una comezón a fin de canalizar la caída y asegurar la circulación de la baratija. Kerouac tiene otra revolución en mente. ¿Entonces por qué el desorden? Para curar, anuncia en el canto I, a “los muchachos y a las chicas del para-siempre”. Gesto crístico por excelencia, curarse del “para-siempre”, es abrir al sonámbulo a otra lógica del tiempo. Nosotros, muchachos y chicas, es decir eternos niñitos. El “para-siempre” es nuestra enfermedad mortal cotidiana, que la medicina no puede curar, de la que el psicoanálisis hizo el inventario de todas las proliferaciones y para la cual habría que rogar que se nos dé nuestro pan cotidiano – ya que, como lo escribe San Ambrosio, “si recibes el pan cada día, cada día para ti es hoy”. Viejo Ángel de medianoche es pues una puesta en escena (con una ventana en el fondo de decorado) del inconsciente y del sueño, en el transcurso de la cual el “para-siempre” va a ser tratado desde la raíz en todas sus manifestaciones de posesión, de prensión sobre el cuerpo. La prosa espontánea (en el sentido de voluntad libre) no es otra cosa que un despertar en el sueño. Una capacidad de dormir y despertarse a voluntad. De ahí la impresión de derrape constante, de pulverización continua, de consumación de la letra que, por estar muerta, seguiría siempre pendiente. Kerouac escribe: “Es necesario que sobrevuele mi lenguaje”, donde escuchamos el salto que hay que cumplir para escapar a la vigilancia que el lenguaje ejerce sobre nosotros, nosotros que, mientras nos creemos hablantes, somos hablados por él. El sobrevuelo del lenguaje: una inversión de la vigilancia al pie de la letra. Pongan el oído: “¿& siempre nosotros páginas vírgenes desnudas nos negamos a oír Qué el Quién? ¿El Quién? ¿Qué Vos También?” Donde se encuentra condensado en una línea el fracaso del despegue (inversión) de la letra expuesta (página blanca) por falta de oído, por incapacidad de oír el sonido, la voz (Qué el Quién) que llama al nombre (el Quién) y que termina en una recaída en el corral de la vigilancia generalizada (Qué Vos También). Viejo Ángel de Medianoche es un pequeño libro atiborrado de enunciados de este tipo, de episodios concentrados de la leyenda de Dulouz, contados en otra parte, nombres de escritores vivos y muertos, de amigos y de parientes – sin relación aparente como para hacer sentir el lado sustraído a las pertenencias – que son otras tantas letras a la espera de ser invertidas, desplegadas. Liberadas. “Para romper la barrera del lenguaje con PALABRAS, es preciso estar en órbita alrededor de nuestro espíritu” lanza Kerouac en “La primera palabra” [15]. Estar en órbita alrededor de nuestro espíritu, no es la misma cosa que ser satelizado alrededor del “globo-comezón”. En tierra, el espíritu es siempre monumento o tabla rasa. Es decir letra. Para sobrevolar nuestro lenguaje, haría falta entonces dar vueltas alrededor del espíritu finalmente despegado de la letra. ¡Adiós, insignificantes satélites del significante! Un espíritu vivo separado de la letra que no llega a nacer. Llegado a este punto de su experiencia, Kerouac sabe que puede prescindir de la ilusión de que hay un mundo. Escribe: “Un mundo podría lograr contentar a todos los fracasados de la literatura.”  Para sus oídos, el globo-comezón revienta. Y luego: “¿Por qué debería temerme a Mí mismo? – Es como ir a ver una película totalmente en pedo y en lugar de la historia  uno ve un enjambre de partículas eléctricas cada una echando espuma eternamente sobre la pantalla – ¡mierda! Estoy a punto de pasar del otro lado.” ¡Se acabó el cine! Victoria de lo físico sobre la rumia psíquica. Pasar del otro lado. ¡Ding! El 6 de noviembre de 1958 Kerouac les va a llevar la buena nueva a los estudiantes de Hunter College en New York: “Hay una beat generation? Es una pregunta muy estúpida porque, esta noche, deberíamos preguntarnos: ‘¿Es que hay un mundo?’ Porque podría hablar cinco, diez, veinte minutos sobre el tema. ‘¿Es que hay un mundo?’. Porque verdaderamente no hay un mundo. Porque a veces camino por la vereda y veo a través y no hay un mundo y terminarán por saberlo.” Estas frases, las primeras que pronuncia esa noche, desaparecieron en la re-transcripción[16]. Ahora sólo existen en la cinta de la grabación de la conferencia. Los escritos se los lleva el viento, las palabras quedan. De ahí esta operación inspirada de Kerouac, invirtiendo la famosa fórmula evangélica, para significar la misma cosa: “[…] y agujero bien considerado como aquel que tira la primera rosca espera recibir chichones & heridas”  (canto 32). Por supuesto que la rosca a la que alude es el pan de ese día. La primera rosca, es la prosa espontánea. Perfectamente agujereada.

Esta inversión de la letra del Evangelio, en la que Kerouac condensa su propia experiencia del nombre como letra muerta, es también este cambio radical por el cual se separa de él para “afirmar con conocimiento de causa, es decir con toda lógica de escritura, que todos los nombres que  han dicho algo, en efecto, son él[17]”. Kerouac puede entonces escribir en el canto 26: “Viejo Ángel de Medianoche se escribe solo ya que es el Sonido del Hic es [… ] pero mira el futuro escrito en el estado presente illumina […] John Kerouac  transliterador del perfecto saber […]” Kerouac, de paso, retomó su nombre de bautismo. ¿Transliterador? En el canto XXVI del Paraíso de Dante (¡San Juan le pregunta a Dante sobre la caridad!), se oye: “En cuanto me callé, resonó un canto muy dulce en el cielo, al que mi señora unió su voz, y decía: ‘¡Santo, santo, santo!’ ” Y en la última parte del Finnegans Wake, dice H.C.E. (Hic est): “¡Sanctus! ¡Sanctus! ¡Sanctus! Llamado a todas actualizado. Llamo a todas las ovejas a beber el día. Linde. Surrección.”  El Sonido del Hic es, es en efecto una resurrección de la voz que renombra incesantemente el nombre. ¿Un nombre? Un punteado de infinito. ¿Y la muerte? Un error de pronunciación.

Nueva York, enero de 1998




Traducción del francés: Hugo Savino



[1] Ángeles de desolación, Biblioteca Universal Caralt, 1975.
[2] S´endormir sur le rôti: dormirse en los laureles. Rôti: asado.
[3] Shakespeare y el outsider (Traducción: Javier Fernández)
[4] Juego con Son, sonido en francés y Son, hijo en inglés.
[5] Je et moi: je, pronombre personal sujeto y moi, yo o ,  pronombre forma tónica  y sustantivo invariable.  
[6] Philippe Sollers, Théorie des éxceptions.
[7] Shakespeare y el outsider (Tr. Javier Fernández)
[8] En francés en el texto de Kerouac.
[9] Ángeles de desolación.
[10] Philippe Sollers, Improvisations.
[11] Ángeles de desolación.
[12]The Begining of Bop (Comienzos del bop), en Good Blonde & Others.
[13] Ibídem.
[14] Verdadera rubia y otros.
[15] Ibídem.
[16] “Sobre los orígenes de una generación”, en Good blonde & others
[17] Philippe Sollers, Théorie des Exceptions