1.1.12

Macedonio Fernández: la poética del pensar, por Jorge Quiroga





El tema de la muerte es una constante macedoniana y está ligado a una preocupación que lo acompañará siempre, un dato radical (No todo es vigilia la de los ojos abiertos) que conmocionará su forma de acercarse a las preguntas que fundamentan su poética.

Macedonio se interroga acerca del porqué de la poesía, tal como él la entiende, puede justificar hechos tales como la muerte, la involuntariedad de la voluntad, el porqué hay imágenes, memoria, ensueño, la invención del Pasado. La crítica de lo Dado (“Poema de poesía del pensar”). Y encuentra en la conciencia de lo contingente, es decir en el mundo, la oportunidad misma de que la poesía pueda existir. Esta poemática del pensar es en verdad una forma seria y desmedida de tratar esa “invención libre”, que hace que las cosas sean contenidas en el impulso que las necesidades estéticas de la conciencia estructuran.

La anulación de la posibilidad de la muerte en Macedonio está asociada a esa maniobra que realiza, al mismo tiempo que piensa el cuerpo, logra convertir la idea misma de lo corporal en un absoluto, que como resultado lee al mundo como un vacío o una ausencia reiterada.

Macedonio dice que crear un instante sin mundo en una duración de lo no sentido, de no sentir es creer en la Duración del tiempo y ese enigma que consiste en la anulación ilusoria en la que suspendemos la relación con lo sensible y pueda ser el nacimiento de lo pensado, que aquí entonces empezaría como una interrupción. Inexistencia que surge abruptamente, pero como una desvinculación que paradójicamente cierra para que pueda ser pensado el mundo.

Lo que ocurre es que esa insistencia macedoniana de pensar la nada, es decir la no-existencia, la muerte, se le presenta como una intriga que inevitablemente es una pregunta que ya sabe que no tiene
posibilidad.

Negar “la realidad del tiempo”, errar hacia una especulación incesante que esta refutación deja abierta pensando “estas supuestas interrupciones” que Macedonio cree que son pensables nada más que para enfrentarse a la muerte.

Sabemos que amor y muerte forman para Macedonio una vinculación tan poderosa que una reciprocidad constituyente relaciona y unifica ambos órdenes, “no se muere para sí ni hay muerte para quien no ama, ni hay belleza que no proceda de la muerte, ni muerte que no proceda del amor” (Museo de la novela de la eterna). Esta seguridad recorrerá los textos macedonianos, abriéndose a la bifrontalidad del amor/muerte, su escritura es ella misma especulación. El impulso irrealizador de Macedonio Fernández lo lleva a descreer de todo intento de develar ese, enigma mediante una acción que nos saque del ensueño, esa zona de transición que está prefigurada en el pensamiento. Escribir/pensar, esa es otra forma de acercarse a un núcleo que se les escapa, y que únicamente puede rodearse con un pensamiento ensimismado. Es decir algo volcado y centrado en los restos de una experiencia que se encuentra siempre al borde. La muerte está siempre presente en ese vacío que no puede ser pensado y que por eso mismo cobija en su seno los riesgos de la no-existencia.

La muerte explica en su enigma, los caminos para llegar a una novelística de interrupciones. El ensueño para Macedonio es visualidad, entrada en el ser: Todo el misterio Ensueño-Realidad está dominado por la suposición de lo real frente a la realidad inmediata de lo soñado. El ser es siempre, además de pleno, inmediato. Lo mediato es la nada, nada es. Despertarse es volver a soñar, continuar siendo, caer siempre en el ser, siempre inmediato, incesable y pleno” (No todo es vigilia la de los ojos abiertos). En ese momento del pensamiento macedoniano (1928), la preocupación está centrada en ese umbral entre dos situaciones vitales que se entrelazan, pero que el decide que es el estado de ensueño que todo lo abarca, y es allí donde es necesario ir a buscar el sentido. El ensueño con sus imágenes refiere sensaciones y sentencias, para Macedonio el verdadero receptáculo de aquello que se acumula en el movimiento de la propia imaginación. La pasión es en Macedonio el encuentro del ser con el ser, y la muerte el horror de esa dicha, pero está vinculada interiormente con ella a través de lazos que no pueden destruirse en el polo de la muerte…

La asimilación de los cuerpos, el traspaso de un yo en el otro, se separan con la muerte, pero en Macedonio es como si lograran un nuevo espacio, donde el vivo perdura en la vida del otro. Ese enigma de pareceres de ojos abiertos que viven en el ensueño, redoblan y ahuyentan el enloquecimiento de morir un poco en el otro. Esa unión entre amor y muerte hace que la música, otra pasión macedoniana, visite continuamente a aquellos que partieron y dejaron señas para ese aproximación. Macedonio nos dice que aunque hay algo que nunca fue presente para el ensañamiento, sin embargo podemos pensarlo: “Tal seria la intriga del pensamiento de la nada, la muerte nunca tuvo actualidad en el pensamiento de la nada; la muerte nunca tuvo actualidad en el pensamiento pues pensar es existir y por otra parte para que algo pueda ser pensado especulativamente es preciso que alguna vez ese algo y el pensamiento hayan sido simultáneos” (“El dato radical de la muerte). Es decir que pensar supone una adecuación, una actualidad puesta en juego para poder hacerlo, pero la relación existencia/ no existencia rige la vida de los hombres, Macedonio parece plantear esto que no es lógico habla de una simultaneidad hipotética, que está en la raíz de todo proceso de pensamiento. Como si pensar fuera el vehículo de una comunicación posible con la existencia del otro, y de la otra. Acertijos que Macedonio no resuelve de ninguna manera, porque lo que le interesa es tomar ese Pensamiento inicial en su nacimiento. Pensar es tomar aliento y únicamente cuando se cumple ese paso es que vigilamos atentamente esa simultaneidad, que implica siempre tomar “contacto” con la muerte.

De alguna forma también es disolver un contrasentido que está implícito en la falta de lógica, y hace desaparecer nuestra propia presencia. Macedonio procede pensando una metafísica, que aminore el aislamiento que inevitablemente lleva el estudiar con visión de niño, al preguntar interminablemente sobre los sentidos de este planteamiento, y este cruce que significa pensar.

La estética que va urdiendo Macedonio se desarrolla en el mismo proceso que significa pensar, mientras va pensando, en el movimiento en si, incluyéndose y separándose del lenguaje y sus efectos. La técnica literaria busca sorprender al, lector, confundirlo “en su sólido sentimiento de certeza de realidad del ser”, (Teorías de MF, OC). Por lo tanto el intento consiste en anular las seguridades, lo que pasa es que en esa anulación implícitamente el autor también pierde sus seguridades de existencia, desaparece para desubicarse en otro plano del discurso. No se trata de una existencia material sino de sentido.

“Al escuchar las palabras “pensar” “lo pensado” “pensamiento”, asociamos con ellas un sentido” (Heidegger, ¿Qué significa pensar?). La literatura “técnica indirecta” de suscitación de estados según Macedonio, montaría no solo una relación con el sentido, sino que al ser palabra instauraría el sentido mismo Al confundirse el sujeto iniciaría un extravío, una deriva en la que tanto autor como lector dudarían de sus mutuas existencias e incidentalmente se encontrarían salteadamente en la novelística. La perplejidad, la sorpresa, constituirían una dominante de ataque y fuga, de acercamiento entre dos lógicas complementarias. El pensar unificaría, tan solo de manera ilusoria el uno y el otro camino…

Hay en Macedonio un cierto núcleo musical que es el que está en juego en las confusiones de sentido. Existencias a las que la literatura estaría poniendo en entredicho. Hay un dialogo expresado en toques y rechazos en los que el pensamiento aparece como aquello que vincula y deshace las significaciones dejando todo en suspenso. Si el pensamiento, actuando “contra su propia esencia según Heidegger (“pensamiento de algo”), para pensar la nada entraría en el contrasentido, cumpliría, obrando así, el paso que lleva la pregunta. El enfrentamiento con esa cualidad de interrogar, lo hunde al sujeto en el llamado del que no puede salir, sino es mintiéndose a si mismo, a través o mediante el lenguaje, que lo cerca inadecuadamente. Para Macedonio pensar siempre significa que la constatación de la nada es una alternativa. Nuestro pensamiento debe quedar en el vacío, porque con el somos nosotros mismos. Si las cosas van desapareciendo, aunque fijemos el dominio, quiere decir que pertenecen a otro sentido que se escapa, y está más allá de cualquier pregunta. De lector a personaje, del vacío de la conciencia, o de la percepción de la nada al camino del ser conciencia, hay entradas y salidas, interrupciones que son el verdadero sentido. Porque lo que se busca es retrotraer todo a un momento musical en el que nace el lenguaje. Al pensar se agrega un elemento que no estaba previsto, por añadidura establecemos una relación por el que el sentido es posible. Macedonio piensa su poética, esa es su metafísica, mientras tanto se va preguntando así mismo, el hecho de los limites entre la vigilia y el sueno, quiere que ese umbral pueda ser pensado y a la vez confundido. Porque entrevé que allí se encuentra una dirección que es consustancial con el existir, Dice Macedonio que lo “único posible y artístico es la suscitación de emociones” (Teorías de MF, OC), negando que ellas puedan causarse a través de lo artístico cayendo en el realismo o la culinaria. Si el arte suscita, quiere decir que provoca, interfiere en la cadena de sentido, consciente y artificialmente, como el ejercicio de una estética, levantando promoviendo nuevos sentidos, de alguna manera interrumpiendo. Este movimiento incorpora el suplemento, que es lo que le importa a Macedonio, a lo que el defiende que es un itinerario de la reflexión.

El arte se propone no el periodismo, “sino la socavación de la certeza de vida en el lector”, (Teorías) esto es colocarlo en la encrucijada donde él dude de la evidencia y pase a ser vida que no está, en principio porque no puede desconocerse, y entra y sale del relato ahuyentado por su propia imagen y por su extravío en el texto… Salirse del camino, encontrar un lugar provisorio, es también no poder recuperar aquello por lo que es interpelado, y entonces es una forma de estar suspendido.

Porque Macedonio identifica como “mareo del yo”, esto que puede ocurrirle al lector cuando se rinde a la posibilidad de negar la vida. Hay un acorralamiento, un acoso, que el autor, además inexistente, suscita en el desprevenido, y ambos trasponen un espacio de tiempo común en el que piensan y se anulan. Marearse, después desmayarse, es salir al mundo de lo cotidiano, y en la visión macedoniana es acceder a un mundo estético, provocado literariamente por otra conciencia. El lector al hacerse el mismo personaje, o mejor dicho al poder creerlo se transforma en alguien que entra a la Novela con la espontaneidad de lo que niega su propia vida, se convierte nada mas que en un remedo. Si se consigue por un momento esto, en esta metafísica el lector sentirá “la liberación de la muerte”, el saber que se ha de morir será relativizado, puesto que participa en una alucinación, por la que no puede morir por que ha pasado a ser personaje. Por lo que la literatura, si se toma así y no crédulamente como lo hace el realismo, seria una manera de pensar la muerte hasta conseguir pasajes, que tuvieran que ver con la Vida/Muerte.

Macedonio descree del mundo visible, es como si dijera que lo único que hay que pensar en forma insistente es la posibilidad y la interferencia que pueden darse con la muerte, la literatura, lo que el llama su novelística, tiene intima relación con esta circunstancia de los pasajes. Todo esto es pensado, sometido al raciocinio pero también al absurdo, ya que la humorística será una forma de pensar y actuar esta condición. El pensamiento especulativo nos permitirá ir acompañando estas interrupciones de sentido, estas tergiversaciones macedonianas que el quiere pensar y transformar en escritura. Tal vez porque desconfía de la materialidad, y se propone pensar esos motivos sin transformarlos en asuntos o temas.

Y ellos le irán apareciendo a medida que piensa su metafísica en senderos, donde es necesario volver una y otra vez. Macedonio formula una “poética del pensar” que descarta tanto una poesía rellena de pensamiento como un pensar que se oculta detrás de una poesía o, para el caso, de una novela, del mismo modo que una forma razonante y sistemática del “pensar” así como lo conocemos por tradición”. (Noé Jitrik, “La novela futura de Macedonio Fernández”, en El fuego de la especie.)

Se trata en verdad de “experiencia de la escritura” lo que se da en ese interjuego entre el pensar/escribir que como dice Jitrik exige formas nuevas. Ese pensar sobre el origen del pensar, estaría ligado en Macedonio a una tensión improbable, la de acceder al lenguaje, como si un débil hilo que precipita las situaciones, hiciera que la palabra abriera un campo de sentido, que ese acompañamiento lograra desatar.

Gracias al pensar (ese particular modo que propone Macedonio), se ingresa a un conocimiento que dejara entrever los enigmas que lo obsesionan: los limites entre diferentes estados de conciencia, y la lucidez que de manera “sistemática” es necesario guardar para no perderse en ese laberinto confuso de sensaciones disímiles.

Es que al pensar de esa forma, buscando por así decirlo las cualidades estéticas de los acontecimientos, se va estrechando un espacio de reflexión que puede o no convertirse en Literatura, pero indudablemente encierra el ejercicio de una experiencia.

Las imágenes aparecen y desaparecen, dejando vestigios, que son los recogidos por el pensamiento para que en su captura, y en el ocultar/develar, se puedan recomponer las que quedaron sepultadas. Ese intento macedoniano de desmenuzar todo, tiene inevitablemente puntos de contacto con lo real que es negado por ser una construcción, y porque clausura la posibilidad de que puedan incluirse nuevos modos de problematizar y de interrogar.

Lo que él llama belarte se caracteriza por ser consciente, y por transformarse en versión, siendo “el idilio tragedia del Amor, su cesación por el Olvido, sin muerte, por imperfección, agotamiento de la facultad de simpatía “el único “asunto” (Teorías). Y debe poseer un modo artístico propio. La negación de la muerte, y por lo tanto del tiempo lleva implícita la idea de que ese misterio se conjura por un acto voluntarioso del amor que impide toda forma de olvido.

El pensar se ubica aquí como la delimitación de un espacio, donde en el mismo instante poético de la gestación del pensamiento, se produce ese efecto de sentido, que hace singular el instante. Que se convierta en poética significa que existe la perduración de esos procedimientos, en un pensar que se acompaña de todos los pasos de la meditación, formando nuevas interrogaciones que se suceden de manera interminable. El pensamiento se encuentra encaminado no a construir un sistema, sino a deambular en torno de ideas y palabras, objetos que resuenan en la escritura como un lenguaje interior.

La humorística “puramente sorpresa intelectual” forma parte de la estrategia de Macedonio de producir en el lector ciertos tropiezos de conciencia que van incorporados a su estética, entremezclándose en su novelística. Como se sabe los géneros van juntos en Macedonio, a pesar de se los separa residualmente ya que estamos ante una estética de lo inacabado, de lo incloncluso y seguramente de lo que se interrumpe. Nuevas uniones, lo conceptual como inherente a la percepción del absurdo: ¿No es acaso también una forma de pensar y de acercarse a ese proceso que es un recomenzar constante, un modo de disponer ciertos pensamientos?

Macedonio quería pensar, ese era su cometido metafísico, el enfrentarse continuamente con el pensamiento del vacío de la nada, que lo acechaba como posibilidad de olvido, desmemoria que él se empecinaba en ahuyentar, pero que estaba ahí rodeándolo con su silencio. Sus costumbres ambulatorias lo llevaban a repetir en los sitios diseminados por la ciudad, los mismos ritos para acceder en el entresueño (entre el despertar y la vigilia) el ejercicio de reflexionar en torno a la literatura. En Macedonio la “poética del pensar” se inscribe en el mecanismo intermitente de interpelar a los hipotéticos interlocutores , sobre la necesidad de que la vida deba suspender sus seguridades, para entrar en el asombro intelectual de interrogar los enigmas.

En “Poema de Poesía del Pensar” Macedonio plantea el intento de su Poemática como él la llama: “la metafísica del poeta es la naturaleza de la conciencia en su aptitud de recepción activa del acontecer o contingencia”, vive en ese acto de aceptación, de consentimiento. Lo que permite preguntarse sobre la justificación poética (que es lo mismo que la justificación por el pensamiento) de la Muerte que es un motivo principal y dilemático de la existencia de la voluntad, de las imágenes de la memoria y del ensueño. Transcribir aquello que ocurre en la conciencia, en esa aceptación de “un mundo doloroso del darse real” remarca el carácter estético como cualidad de la conciencia, por lo que el pensar se convierte en un acto estético, y entre Realidad y Ensueño, hechos difíciles de explicar pero que son la forma transicional y macedoniana de estar en el mundo, se procesa ese camino en el que esa cualidad estética es pensada.

Hemos inventado quizás el Cosmos ¿afirma o se pregunta Macedonio? Desde esa incredulidad inicial la ficción se encargara de disponer el propio recurso de la novelística para seguir reflexionando sobre las entradas y despedidas, las presencias y desapariciones, que están en el inicio de este procedimiento único de sorprender y sorprenderse del surgimiento del lenguaje. Macedonio piensa la eternidad desde la localización de ese movimiento mismo del pensar. Su “literatura” es el ocultamiento y el develar constante de preguntas que solo tienen sentido preguntando.

Publicado inicialmente en la revista de Literatura Rizoma, año II, nº II.